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Las necesidades de nutrientes y la fertilización del membrillo

Daria · 11.07.2025.

Para que un membrillo crezca vigorosamente y ofrezca cosechas generosas de frutos aromáticos y de calidad, es indispensable satisfacer sus necesidades nutricionales de manera equilibrada y oportuna. La fertilización no consiste simplemente en aplicar abono, sino en entender qué nutrientes necesita el árbol, en qué cantidades y en qué momentos de su ciclo de vida. Una nutrición adecuada fortalece al membrillo frente a plagas y enfermedades, mejora el cuajado de los frutos, aumenta su tamaño y potencia sus cualidades organolépticas. Por tanto, un plan de fertilización bien diseñado es una de las inversiones más rentables en el cuidado a largo plazo de este frutal.

El membrillo, como todas las plantas, requiere una serie de nutrientes para su desarrollo, que se clasifican en macronutrientes y micronutrientes según la cantidad que necesita. Los macronutrientes principales son el nitrógeno (N), el fósforo (P) y el potasio (K). El nitrógeno es esencial para el crecimiento vegetativo, es decir, para el desarrollo de hojas y brotes. El fósforo juega un papel crucial en la transferencia de energía, el desarrollo de las raíces y la formación de flores y frutos. El potasio es vital para la calidad de la fruta, la resistencia a la sequía y a las enfermedades, y la regulación del agua dentro de la planta.

Además de estos tres elementos primarios, el árbol también necesita macronutrientes secundarios como el calcio (Ca), el magnesio (Mg) y el azufre (S) en cantidades significativas. El calcio es fundamental para la estructura de las paredes celulares y la calidad del fruto, mientras que el magnesio es el átomo central de la molécula de clorofila, indispensable para la fotosíntesis. Los micronutrientes, como el hierro (Fe), el manganeso (Mn), el zinc (Zn), el cobre (Cu) y el boro (B), son necesarios en cantidades muy pequeñas, pero su deficiencia puede causar graves problemas de crecimiento y producción.

La mejor manera de conocer las necesidades específicas de nuestro suelo es realizar un análisis de tierra. Este análisis nos proporcionará información detallada sobre los niveles de nutrientes existentes, el pH y el porcentaje de materia orgánica. Con estos datos, podemos diseñar un programa de fertilización a medida, aplicando solo los nutrientes que son deficientes y evitando el exceso de otros, lo que no solo es más económico y ecológico, sino que también previene desequilibrios nutricionales que podrían ser perjudiciales para el árbol.

La importancia de la materia orgánica

La materia orgánica es la piedra angular de un suelo fértil y saludable, y su aporte es fundamental en el plan de fertilización del membrillo. Añadir compost, estiércol bien curado, humus de lombriz u otros abonos orgánicos mejora la estructura del suelo, aumentando su capacidad para retener agua y nutrientes. Un suelo con buen contenido de materia orgánica es más esponjoso, está mejor aireado y es menos propenso a la compactación, lo que facilita el crecimiento de las raíces.

Los abonos orgánicos actúan como fertilizantes de liberación lenta. A medida que los microorganismos del suelo descomponen la materia orgánica, liberan gradualmente los nutrientes, poniéndolos a disposición del árbol a lo largo de toda la temporada de crecimiento. Esto proporciona una nutrición constante y equilibrada, a diferencia de algunos fertilizantes químicos que pueden liberar los nutrientes muy rápidamente, con el riesgo de que se pierdan por lixiviación antes de que el árbol pueda absorberlos.

Además de su papel nutricional, la materia orgánica fomenta la vida microbiana en el suelo. Un ecosistema edáfico rico y diverso, con bacterias, hongos beneficiosos y lombrices, es crucial para la salud del árbol. Estos organismos ayudan a descomponer la materia orgánica, a hacer que los nutrientes sean más asimilables para las raíces e incluso pueden ayudar a suprimir patógenos del suelo. Por ello, la aplicación regular de enmiendas orgánicas es una práctica esencial para mantener la fertilidad del suelo a largo plazo.

La aplicación de materia orgánica suele realizarse a finales de otoño o en invierno. Se puede esparcir una capa de compost o estiércol alrededor del árbol, en la zona de goteo de la copa, y luego incorporarla ligeramente en los primeros centímetros del suelo con una azada, con cuidado de no dañar las raíces superficiales. Esta aplicación invernal permite que la materia orgánica comience a descomponerse y a integrarse en el suelo, de modo que los nutrientes estén disponibles para el árbol cuando reanude su crecimiento en primavera.

El calendario de fertilización

El momento de aplicación de los fertilizantes es tan importante como la cantidad y el tipo de nutrientes que contienen. La principal aplicación de abono se realiza generalmente a finales de invierno o principios de primavera, justo antes de que el árbol comience a brotar. Este abonado de fondo proporciona al membrillo los nutrientes necesarios para arrancar la temporada con fuerza, apoyando el desarrollo de las nuevas hojas, brotes y, fundamentalmente, la floración y el posterior cuajado de los frutos.

Para este abonado de primavera, se puede utilizar una combinación de materia orgánica, como compost, y un fertilizante mineral equilibrado. Un fertilizante con una fórmula NPK equilibrada, como un 10-10-10, o uno específico para árboles frutales, puede ser adecuado. Es importante seguir las dosis recomendadas por el fabricante, que suelen basarse en la edad o el tamaño del árbol. El fertilizante se esparce de manera uniforme sobre la superficie del suelo bajo la copa del árbol y se incorpora ligeramente, seguido de un buen riego para ayudar a disolverlo y transportarlo hacia las raíces.

A finales de la primavera o principios del verano, durante la fase de engorde del fruto, el árbol puede beneficiarse de una segunda aplicación de fertilizante, esta vez más rica en potasio. El potasio es fundamental en esta etapa, ya que mejora el transporte de azúcares hacia los frutos, lo que se traduce en un mayor tamaño, mejor sabor y coloración. Un abonado potásico en este momento ayuda a obtener una cosecha de mayor calidad y también fortalece al árbol para el resto de la temporada.

En otoño, después de la cosecha, no se suelen aplicar fertilizantes ricos en nitrógeno, ya que podrían estimular un crecimiento tardío que no tendría tiempo de endurecerse antes de la llegada del frío invernal, siendo susceptible a los daños por heladas. Sin embargo, este es un buen momento para realizar enmiendas que mejoren el suelo, como la aplicación de materia orgánica o correctores de pH si el análisis de suelo lo indicara. También se pueden aplicar fertilizantes con bajo contenido de nitrógeno pero ricos en fósforo y potasio para ayudar al árbol a reponer sus reservas y a fortalecerse para el invierno.

Cómo reconocer las deficiencias nutricionales

La observación atenta de las hojas del membrillo puede darnos pistas importantes sobre posibles deficiencias de nutrientes. La clorosis, o amarillamiento de las hojas, es uno de los síntomas más comunes. Si las hojas más viejas, en la parte baja del árbol, se vuelven amarillas de manera uniforme, suele ser un signo de deficiencia de nitrógeno. El nitrógeno es un nutriente móvil en la planta, por lo que el árbol lo traslada desde las hojas viejas a los nuevos brotes.

Una deficiencia de hierro, conocida como clorosis férrica, se manifiesta de forma diferente. En este caso, son las hojas más jóvenes, en los extremos de las ramas, las que se vuelven amarillas, pero los nervios permanecen de color verde. Este problema es común en suelos calcáreos con un pH alto, que dificulta la absorción de hierro. Para corregirlo, se pueden aplicar quelatos de hierro, que son una forma de hierro fácilmente asimilable por la planta, ya sea al suelo o mediante pulverización foliar.

La falta de potasio puede manifestarse con un amarillamiento o necrosis (tejido muerto) en los bordes y puntas de las hojas más viejas. Además, los frutos pueden ser más pequeños y de peor calidad. Una deficiencia de magnesio provoca un amarillamiento entre los nervios de las hojas viejas, a menudo formando un patrón en forma de V o de espiga. Por otro lado, la escasez de boro puede causar la deformación de los brotes jóvenes y una mala formación de los frutos.

Ante la aparición de estos síntomas, es importante confirmar el diagnóstico antes de aplicar un tratamiento, idealmente con un análisis foliar. La aplicación incorrecta de un nutriente no solo no solucionará el problema, sino que podría crear nuevos desequilibrios. La fertilización foliar, que consiste en pulverizar una solución de nutrientes directamente sobre las hojas, puede ser una forma rápida de corregir deficiencias de micronutrientes, aunque no sustituye a una fertilización adecuada del suelo.

Fertilizantes orgánicos vs. minerales

En la fertilización del membrillo, se puede optar por fertilizantes de origen orgánico, mineral (químico) o una combinación de ambos. Los fertilizantes orgánicos, como el estiércol, el compost o la harina de huesos, tienen la ventaja de mejorar la estructura del suelo y liberar los nutrientes de forma lenta y sostenida. Fomentan la actividad biológica del suelo y tienen un menor riesgo de «quemar» las raíces por exceso de concentración de sales.

Los fertilizantes minerales, por su parte, ofrecen nutrientes en una forma concentrada y de rápida asimilación por parte de la planta. Permiten un control muy preciso sobre la cantidad de cada nutriente que se aporta y son muy efectivos para corregir deficiencias específicas de forma rápida. Sin embargo, su uso continuado sin el aporte de materia orgánica puede degradar la estructura del suelo, y una aplicación excesiva puede contaminar las aguas subterráneas por lixiviación.

Una estrategia integrada es a menudo la más recomendable. Consiste en utilizar la materia orgánica como base de la fertilidad del suelo, aplicándola regularmente para mantener su estructura y su actividad biológica. Sobre esta base, se pueden utilizar fertilizantes minerales de forma complementaria y estratégica para cubrir las necesidades específicas del árbol en los momentos de máxima demanda, como la floración o el engorde del fruto, basándose en los resultados de los análisis de suelo y foliares.

En definitiva, el objetivo de la fertilización no es solo alimentar al árbol, sino alimentar al suelo para que este, a su vez, nutra al árbol de forma sostenible. Un suelo vivo, rico en materia orgánica y con una comunidad microbiana saludable, es capaz de poner a disposición del membrillo los nutrientes que necesita de forma equilibrada. Este enfoque holístico garantiza no solo buenas cosechas a corto plazo, sino también la salud y la productividad del árbol durante muchos años.

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