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Las necesidades de nutrientes y la fertilización del castaño

Daria · 31.08.2025.

Para que un castaño pueda expresar todo su potencial de crecimiento y ofrecer cosechas generosas y de calidad, es imprescindible que disponga de una nutrición equilibrada y completa. Al igual que cualquier otro ser vivo, el árbol extrae del suelo una serie de elementos minerales que son esenciales para sus funciones vitales, desde la fotosíntesis hasta la formación de los frutos. Conocer las necesidades nutricionales específicas del castaño, saber diagnosticar posibles carencias y aplicar un programa de fertilización racional y adaptado son tareas fundamentales en su cultivo. Una correcta gestión de la nutrición no solo mejora la producción, sino que también aumenta la resistencia del árbol frente a plagas y enfermedades, contribuyendo a su longevidad y salud general.

El castaño es un árbol que, en comparación con otros frutales, se considera relativamente poco exigente en cuanto a nutrientes. Sin embargo, esto no significa que no necesite un aporte adecuado de los mismos, especialmente en plantaciones destinadas a la producción. Los elementos que la planta requiere en mayor cantidad son los denominados macronutrientes: nitrógeno (N), fósforo (P), potasio (K), calcio (Ca), magnesio (Mg) y azufre (S). Cada uno de ellos desempeña funciones vitales e insustituibles en el metabolismo del árbol.

Un análisis de suelo previo a la plantación es la herramienta de diagnóstico más importante para conocer el estado de fertilidad de nuestro terreno. Este análisis nos informará sobre el pH, el nivel de materia orgánica y la disponibilidad de los diferentes nutrientes. Con esta información, podremos corregir las posibles carencias o desequilibrios antes incluso de plantar el primer árbol. Por ejemplo, en un suelo pobre, será necesario realizar un abonado de fondo, incorporando materia orgánica y los minerales que sean deficitarios para crear una base fértil desde el principio.

La fertilización no debe ser una práctica indiscriminada, sino una respuesta a las necesidades reales del árbol y a las características del suelo. Un exceso de fertilización, especialmente de nitrógeno, puede ser tan perjudicial como una carencia. Un crecimiento excesivamente vigoroso y tierno hace al árbol más propenso a ciertas plagas y enfermedades, puede retrasar su entrada en producción y, en casos extremos, provocar la contaminación de las aguas subterráneas por lixiviación de nitratos. La clave reside en el equilibrio y la moderación.

Además del análisis de suelo, el análisis foliar es otra herramienta muy útil para ajustar el programa de abonado, sobre todo en plantaciones ya establecidas. Este análisis, que se realiza sobre muestras de hojas recogidas en un momento específico del ciclo de cultivo, revela la concentración de nutrientes que el árbol ha sido capaz de absorber y asimilar. Permite detectar carencias «ocultas», antes de que se manifiesten síntomas visuales, y afinar con gran precisión las dosis de fertilizantes a aplicar en las siguientes campañas.

El papel de los macronutrientes

El nitrógeno (N) es el motor del crecimiento vegetativo del castaño. Es un componente fundamental de las proteínas y de la clorofila, por lo que es esencial para la formación de nuevas hojas, brotes y ramas. Una carencia de nitrógeno se manifiesta en un crecimiento pobre, hojas pequeñas y de un color verde pálido o amarillento. Por el contrario, un exceso de nitrógeno provoca un desarrollo exagerado de la parte vegetativa en detrimento de la producción de frutos, además de hacer los tejidos más sensibles a las heladas y a los ataques de patógenos.

El fósforo (P) desempeña un papel crucial en los procesos energéticos de la planta, en la división celular y en el desarrollo del sistema radicular. Es especialmente importante durante las primeras etapas de vida del árbol para un buen arraigo y establecimiento. También interviene en la floración y el cuajado de los frutos. Su deficiencia no es muy común en el castaño, pero puede manifestarse en un crecimiento raquítico y en una coloración violácea en las hojas más viejas.

El potasio (K) es, quizás, el macronutriente más importante para el castaño una vez que entra en producción. Este elemento es fundamental para la regulación hídrica de la planta, para la fotosíntesis y para el transporte de azúcares desde las hojas hacia los frutos. Un buen nivel de potasio es sinónimo de castañas de mayor calibre, más dulces y con mejor capacidad de conservación. Una carencia de potasio suele manifestarse con un amarilleamiento y necrosis en los bordes de las hojas más viejas, empezando por la punta.

El calcio (Ca) y el magnesio (Mg) son también muy importantes. El calcio es esencial para la estructura de las paredes celulares y el desarrollo de las raíces, mientras que el magnesio es el átomo central de la molécula de clorofila, por lo que es indispensable para la fotosíntesis. El castaño prefiere suelos ácidos, donde el calcio no suele ser excesivamente abundante, por lo que se debe vigilar su nivel. La deficiencia de magnesio, que causa una clorosis característica entre los nervios de las hojas viejas, puede ser un problema en algunos suelos.

La importancia de los micronutrientes

Aunque se necesitan en cantidades mucho más pequeñas, los micronutrientes son igualmente esenciales para la salud del castaño. Su ausencia o escasez puede limitar el crecimiento y la producción tanto como la de un macronutriente. Entre los más importantes para el castaño se encuentran el boro (B), el hierro (Fe), el manganeso (Mn) y el zinc (Zn). La disponibilidad de estos elementos en el suelo está fuertemente influenciada por el pH, siendo generalmente más asimilables en los suelos ácidos que prefiere el castaño.

El boro (B) juega un papel fundamental en la germinación del polen, el cuajado de los frutos y el transporte de azúcares. Una deficiencia de boro puede causar una caída masiva de las flores y frutos pequeños o deformes, lo que afecta gravemente a la cosecha. En zonas con conocida deficiencia de boro, se pueden realizar aplicaciones preventivas al suelo o por vía foliar antes de la floración. Sin embargo, hay que ser muy cuidadoso con la dosis, ya que un exceso de boro puede ser tóxico para la planta.

El hierro (Fe) es indispensable para la síntesis de la clorofila. Su deficiencia, conocida como clorosis férrica, es fácil de identificar por el característico amarilleamiento de las hojas más jóvenes, mientras que los nervios permanecen verdes. Este problema es poco común en los suelos ácidos que requiere el castaño, pero puede aparecer si el pH del suelo es inadecuado o si hay un exceso de otros elementos que bloquean su absorción. La corrección se realiza aplicando quelatos de hierro, que son una forma de hierro fácilmente asimilable por la planta.

El zinc (Zn) y el manganeso (Mn) actúan como activadores de numerosas enzimas implicadas en el metabolismo de la planta. La deficiencia de zinc puede provocar hojas pequeñas y abigarradas, y un acortamiento de los entrenudos, dando a las ramas un aspecto de roseta. La carencia de manganeso también causa clorosis, similar a la del hierro, pero puede afectar también a las hojas más viejas. Ambas deficiencias se pueden corregir con aplicaciones foliares de sulfatos o quelatos del elemento correspondiente.

Fertilizantes orgánicos frente a minerales

En la fertilización del castaño, podemos optar por el uso de fertilizantes orgánicos, minerales (o químicos) o una combinación de ambos. Los fertilizantes orgánicos, como el estiércol, el compost, el humus de lombriz o los abonos verdes, tienen la gran ventaja de que no solo aportan nutrientes, sino que también mejoran la estructura del suelo. Aumentan el contenido de materia orgánica, mejoran la capacidad de retención de agua, favorecen la aireación y estimulan la actividad biológica del suelo, creando un entorno más saludable para las raíces.

Los nutrientes de los abonos orgánicos se liberan de forma lenta y gradual, a medida que los microorganismos del suelo los descomponen. Esto reduce el riesgo de pérdidas por lixiviación y proporciona una nutrición más sostenida en el tiempo. El uso continuado de materia orgánica es la base de la fertilidad a largo plazo de cualquier suelo. Una aplicación anual de compost o estiércol bien maduro alrededor del árbol es una práctica altamente recomendable, especialmente en el cultivo ecológico.

Los fertilizantes minerales, por otro lado, ofrecen los nutrientes en una forma concentrada y directamente asimilable por la planta. Esto permite corregir carencias específicas de forma rápida y precisa. Su formulación es conocida, lo que facilita el cálculo exacto de las unidades fertilizantes que se aportan. Sin embargo, su uso exclusivo y abusivo puede tener efectos negativos, como la salinización del suelo, la acidificación y la disminución de la materia orgánica y la vida microbiana.

La estrategia más inteligente y sostenible es la fertilización integrada, que combina lo mejor de ambos mundos. Consiste en utilizar la materia orgánica como base para mantener y mejorar la fertilidad del suelo, y recurrir a los fertilizantes minerales como un complemento para cubrir las puntas de demanda del cultivo en momentos específicos o para corregir deficiencias concretas detectadas mediante análisis. De esta forma, se consigue una nutrición óptima para el castaño de una manera respetuosa con el medio ambiente y la salud del suelo.

Programa práctico de fertilización anual

Un programa de fertilización para el castaño debe adaptarse a su edad y estado productivo. Durante los primeros años tras la plantación, el objetivo principal es fomentar el desarrollo de una buena estructura de raíces y ramas. En esta fase, las necesidades se centran en el nitrógeno y el fósforo. Una aplicación de compost o estiércol en el momento de la plantación, y una pequeña aportación de un abono equilibrado en primavera, suele ser suficiente.

Cuando el árbol entra en producción, el programa de fertilización cambia, y el potasio se convierte en el elemento clave. Un plan general podría estructurarse de la siguiente manera: a finales de invierno, aplicar y enterrar ligeramente una buena cantidad de materia orgánica (compost o estiércol) alrededor de la copa. A principios de primavera, coincidiendo con la brotación, realizar un abonado mineral con un fertilizante rico en nitrógeno para apoyar el crecimiento vegetativo inicial.

Después del cuajado de los frutos, a principios de verano, es el momento de la aplicación más importante de potasio. Un fertilizante con un equilibrio N-P-K de tipo 1-1-2 o similar sería adecuado para esta fase, ya que el potasio es esencial para el engorde y la calidad de las castañas. Esta aplicación se puede realizar al suelo o, en parte, por vía foliar para una absorción más rápida.

Finalmente, después de la cosecha, en otoño, se puede realizar una última aplicación de un abono con bajo contenido en nitrógeno pero rico en fósforo, potasio y micronutrientes. Este abonado post-cosecha ayuda al árbol a reponer las reservas que ha gastado en la producción de los frutos y a prepararse para el reposo invernal, fortaleciendo sus yemas para la brotación de la siguiente primavera. Este programa es una guía general, y siempre debe ser ajustado en función de los análisis de suelo y foliares y de la observación del estado del árbol.

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