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Las necesidades de agua y el riego del castaño

Daria · 24.07.2025.

El agua es un elemento indispensable para la vida de cualquier planta, y en el caso del castaño, su correcta gestión es un factor determinante para un crecimiento saludable y una producción de frutos óptima. Aunque el castaño adulto es conocido por su relativa resistencia a la sequía, sus necesidades hídricas varían considerablemente a lo largo de su ciclo de vida y de las estaciones del año. Comprender la fisiología del agua en el árbol, identificar los momentos críticos de mayor demanda y aplicar técnicas de riego eficientes son aspectos clave para cualquier castañicultor. Un manejo inadecuado del riego, tanto por defecto como por exceso, puede tener consecuencias muy negativas, desde la reducción de la cosecha hasta la muerte del propio árbol.

La relación del castaño con el agua está profundamente ligada a su fisiología. El agua absorbida por las raíces no solo es un componente esencial de sus tejidos, sino que también actúa como el vehículo que transporta los nutrientes minerales desde el suelo hasta las hojas. Además, a través del proceso de transpiración, la planta libera vapor de agua por los estomas de sus hojas, lo que crea una corriente que refrigera la planta y permite la absorción de dióxido de carbono para la fotosíntesis. Un suministro de agua adecuado es, por tanto, fundamental para que todos estos procesos vitales se realicen de forma eficiente.

El castaño posee un sistema radicular potente y profundo que le permite explorar un gran volumen de suelo en busca de agua, lo que explica su tolerancia a la sequía una vez está bien establecido. Sin embargo, este árbol tiene una aversión extrema al encharcamiento y al exceso de humedad en el suelo. La asfixia radicular, causada por la falta de oxígeno en un suelo anegado, paraliza la actividad de las raíces, impidiendo la absorción de agua y nutrientes y abriendo la puerta a enfermedades fúngicas letales como la tinta. Por esta razón, un suelo con un drenaje excelente es el requisito más importante para su cultivo.

La demanda de agua del castaño no es constante a lo largo del año. Alcanza su punto máximo durante el periodo de mayor crecimiento vegetativo, en primavera y principios de verano, cuando el árbol desarrolla sus hojas y brotes. Otro momento crítico es durante la fase de llenado del fruto, a finales de verano y principios de otoño. La falta de agua en este periodo puede provocar que los erizos caigan prematuramente o que las castañas en su interior sean de un calibre muy reducido, afectando directamente al rendimiento y la calidad de la cosecha.

Es importante destacar que las necesidades hídricas también dependen de factores externos como el clima, el tipo de suelo y las prácticas de cultivo. Un clima cálido y ventoso aumentará la transpiración y, por tanto, la demanda de agua. Un suelo arenoso retendrá menos humedad que uno limoso, requiriendo riegos más frecuentes pero de menor volumen. La presencia de una cubierta vegetal o de un acolchado en el suelo puede ayudar a reducir la evaporación y a conservar la humedad, disminuyendo así las necesidades de riego.

Requerimientos hídricos según la edad

Las necesidades de agua de un castaño varían drásticamente con su edad. Un árbol recién plantado es, con diferencia, el más vulnerable a la falta de agua. Su sistema radicular es todavía muy pequeño y se encuentra confinado al hoyo de plantación, por lo que no tiene capacidad para explorar el suelo en busca de humedad. Durante su primer año, y especialmente durante el primer verano, es absolutamente crucial proporcionarle riegos regulares y profundos para asegurar su supervivencia y un correcto arraigo.

A medida que el árbol crece, durante sus primeros tres a cinco años, sigue siendo relativamente dependiente de un riego de apoyo, aunque su sistema radicular se va expandiendo progresivamente. En esta fase juvenil, un suministro de agua adecuado es vital para fomentar un crecimiento vigoroso y el desarrollo de una estructura fuerte. La frecuencia de riego deberá ajustarse a las condiciones climáticas, pero como regla general, hay que asegurarse de que el suelo no se seque completamente entre riegos. El objetivo es mantener una humedad constante en la zona de las raíces.

Una vez que el castaño se considera adulto y está bien establecido, generalmente a partir de los 8-10 años, su tolerancia a la sequía aumenta de forma muy significativa. Su extenso sistema radicular le permite acceder a reservas de agua en las capas más profundas del suelo, lo que le capacita para soportar periodos de sequía estival sin grandes problemas en muchas regiones de clima templado. En estos casos, a menudo puede subsistir únicamente con el agua de las precipitaciones, sin necesidad de riegos adicionales.

No obstante, incluso en los árboles adultos, la producción de frutos puede verse beneficiada por riegos de apoyo en momentos clave. Como se mencionó anteriormente, una sequía severa durante el periodo de engorde de la castaña puede mermar considerablemente el tamaño de la cosecha. Por ello, en plantaciones comerciales o en años excepcionalmente secos, la instalación de un sistema de riego puede ser una inversión muy rentable para garantizar una producción regular y de alta calidad, incluso en los ejemplares más maduros.

Sistemas de riego más adecuados

La elección del sistema de riego es una decisión importante que debe basarse en la eficiencia y la adaptación a las necesidades del castaño. El riego por inundación o a manta debe descartarse por completo, ya que crea las condiciones de encharcamiento que son tan perjudiciales para este árbol. Del mismo modo, el riego por aspersión, aunque puede ser eficiente en otros cultivos, no es el más recomendable para el castaño, ya que moja el tronco y las hojas, lo que puede favorecer la aparición y propagación de enfermedades fúngicas.

El sistema de riego más recomendado para el castaño es, sin duda, el riego localizado o por goteo. Este método consiste en la aplicación del agua directamente sobre la zona radicular del árbol a través de una red de tuberías y goteros. Sus ventajas son numerosas: maximiza la eficiencia en el uso del agua al reducir al mínimo las pérdidas por evaporación y escorrentía; permite un control muy preciso de la cantidad de agua aportada; y mantiene el tronco y las hojas secos, reduciendo el riesgo de enfermedades.

La instalación de un sistema de goteo para castaños debe diseñarse cuidadosamente. En árboles jóvenes, uno o dos goteros a cada lado del tronco pueden ser suficientes. A medida que el árbol crece, es necesario añadir más goteros y alejarlos del tronco para formar un anillo que cubra toda la zona de influencia de las raíces, que suele coincidir con la proyección de la copa. Utilizar goteros autocompensantes es una buena práctica, ya que aseguran que todos los árboles de la plantación reciban la misma cantidad de agua, independientemente de su posición o de los desniveles del terreno.

Otra alternativa interesante es el riego por microaspersión. Este sistema utiliza emisores que distribuyen el agua en forma de una fina lluvia sobre una superficie limitada alrededor del tronco. Es también un método eficiente, aunque consume algo más de agua que el goteo y moja una superficie mayor de suelo, lo que puede favorecer la aparición de hierbas. Su principal ventaja es que crea un microclima húmedo alrededor del árbol que puede ser beneficioso en climas muy secos y calurosos, y ofrece una mayor protección contra las heladas primaverales.

Pautas para una correcta planificación del riego

Para regar de forma eficaz, no basta con tener un buen sistema; es necesario saber cuándo y cuánto regar. Una planificación correcta del riego debe tener en cuenta múltiples factores, como el estado de desarrollo del árbol, la época del año, las condiciones meteorológicas y el tipo de suelo. El objetivo es aplicar la cantidad de agua justa para cubrir las necesidades de la planta sin desperdiciar recursos y, sobre todo, sin crear condiciones de asfixia radicular. La observación directa es la herramienta más valiosa para el agricultor.

El método más práctico para determinar si es necesario regar es comprobar la humedad del suelo. Esto se puede hacer de forma sencilla, cavando con una pequeña pala a unos 15-20 centímetros de profundidad en la zona bajo la copa del árbol. Si la tierra a esa profundidad se siente seca y se desmorona con facilidad, es el momento de regar. Con el tiempo y la experiencia, aprenderás a reconocer las necesidades de tus árboles simplemente observando el estado de su follaje y el aspecto del terreno.

La tecnología también puede ser una gran aliada en la planificación del riego. El uso de tensiómetros o sondas de humedad instaladas en el suelo a diferentes profundidades proporciona una medida objetiva y precisa del estado hídrico del terreno. Estos dispositivos permiten automatizar el riego, de modo que el sistema se active únicamente cuando la humedad del suelo descienda por debajo de un umbral preestablecido. Esto asegura un uso del agua extremadamente eficiente y una respuesta inmediata a las necesidades de la planta.

Finalmente, es importante adaptar la frecuencia y la duración de los riegos a la estación del año. En primavera y verano, con el aumento de las temperaturas y el crecimiento activo del árbol, los riegos deberán ser más frecuentes. En cambio, en otoño, a medida que el árbol se prepara para el reposo invernal, la demanda de agua disminuye y los riegos deben reducirse progresivamente hasta suspenderse por completo durante el invierno. Regar en exceso en otoño podría retrasar la entrada en dormancia del árbol y hacerlo más vulnerable a las heladas invernales.

Identificación y manejo del estrés hídrico

Saber reconocer los síntomas de estrés hídrico, tanto por falta como por exceso de agua, es fundamental para poder actuar a tiempo y corregir el problema. Un castaño que sufre sequía mostrará un marchitamiento de las hojas en las horas de más calor, que al principio puede ser reversible durante la noche. Si el estrés persiste, las hojas comenzarán a perder su color verde intenso, volviéndose más pálidas o amarillentas, y finalmente se secarán y caerán de forma prematura. Un déficit hídrico severo durante la formación del fruto resultará en castañas pequeñas y arrugadas.

Paradójicamente, los síntomas de un exceso de riego pueden ser muy similares a los de la sequía. Un suelo permanentemente encharcado provoca la asfixia y la pudrición de las raíces, que se vuelven incapaces de absorber agua y nutrientes. Como resultado, el árbol muestra un amarilleamiento generalizado de las hojas (clorosis), un crecimiento lánguido y débil, y puede llegar a sufrir un marchitamiento similar al provocado por la sequía. La clave para diferenciar ambas situaciones es examinar siempre el estado del suelo.

Ante los primeros síntomas de estrés por sequía, la solución es evidente: aplicar un riego profundo y abundante para rehidratar el perfil del suelo. Es preferible dar un buen riego en profundidad que varios riegos superficiales y frecuentes, ya que esto último fomenta un sistema radicular superficial y más vulnerable. La aplicación de un acolchado orgánico ayudará a que la humedad del riego se conserve durante más tiempo. A largo plazo, mejorar el contenido de materia orgánica del suelo aumentará su capacidad de retención de agua.

Si el problema es el exceso de agua, la solución es más compleja y debe centrarse en mejorar el drenaje del terreno. La primera medida es suspender inmediatamente todos los riegos y esperar a que el suelo se seque. A largo plazo, puede ser necesario realizar zanjas de drenaje, incorporar arena o materia orgánica para mejorar la estructura de un suelo arcilloso, o incluso considerar plantar los árboles en caballones o montículos elevados. Prevenir el encharcamiento desde la elección inicial del emplazamiento es siempre la mejor estrategia.

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