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Las necesidades de agua y el riego de la pasiflora

Linden · 21.05.2025.

Comprender en profundidad las necesidades hídricas de la pasiflora es fundamental para desvelar todo su potencial y asegurar su exuberancia. El riego no es simplemente una cuestión de aplicar agua, sino un arte que implica conocer la frecuencia, la cantidad y la calidad adecuadas para esta planta tropical. Un manejo incorrecto del agua es una de las causas más comunes de problemas en su cultivo, pudiendo llevar desde un crecimiento débil y escasa floración hasta enfermedades graves en las raíces. En esta guía experta, exploraremos todos los matices del riego, desde cómo interpretar las señales que la propia planta nos envía hasta las técnicas más efectivas para mantener el equilibrio hídrico perfecto. Dominar el riego de tu pasiflora es el pilar sobre el que se construirán una salud robusta y unas flores inolvidables.

El origen tropical de la mayoría de las especies de pasiflora nos indica que están acostumbradas a ambientes donde la humedad es una constante, pero también donde el suelo suele tener un drenaje excelente, evitando la acumulación de agua. Replicar este equilibrio entre humedad constante y buen drenaje es el objetivo principal. Por ello, no se puede establecer una regla fija de riego, como «regar cada dos días», ya que las necesidades de la planta varían drásticamente según la estación del año, el clima, el tipo de suelo y si está cultivada en maceta o en el jardín.

Aprender a «leer» a tu planta y a observar el estado del sustrato es la habilidad más valiosa que puedes desarrollar. Tocar la tierra, sentir su humedad y observar el aspecto de las hojas son acciones que te darán mucha más información que cualquier calendario de riego. Una pasiflora con sed puede mostrar hojas ligeramente caídas o con los bordes enrollados, mientras que el exceso de agua a menudo se manifiesta con hojas amarillas que tienden a caerse. La clave está en la observación atenta y constante.

Este artículo te guiará a través de los diferentes aspectos del riego para que puedas tomar decisiones informadas. Analizaremos cómo ajustar la frecuencia según la estación, la importancia de la calidad del agua, las mejores técnicas para aplicarla y cómo reconocer los síntomas de un riego deficiente, tanto por exceso como por defecto. Con este conocimiento, podrás proporcionar a tu pasiflora el ambiente hídrico que necesita para florecer de manera espectacular y mantenerse saludable año tras año.

Comprendiendo las necesidades hídricas de la pasiflora

Para regar correctamente la pasiflora, primero debemos entender cómo funciona su sistema radicular y sus necesidades fisiológicas. Las raíces de la pasiflora no solo anclan la planta, sino que son responsables de absorber el agua y los nutrientes disueltos en ella. Estas raíces necesitan un suministro constante de humedad para mantener la turgencia de las hojas y tallos y para realizar la fotosíntesis de manera eficiente. Sin embargo, las raíces también necesitan respirar; requieren oxígeno para funcionar correctamente, y un suelo saturado de agua desplaza el oxígeno, llevando a la asfixia y pudrición radicular.

El ciclo de vida de la planta dicta en gran medida sus necesidades de agua. Durante la primavera y el verano, la pasiflora se encuentra en su fase de crecimiento más activo. En este período, produce nuevos tallos, hojas y, lo más importante, sus espectaculares flores. Toda esta actividad metabólica consume grandes cantidades de agua, por lo que la demanda hídrica está en su punto más alto. Un riego insuficiente en esta etapa puede resultar en un crecimiento lento, la caída de los botones florales y una floración muy pobre o inexistente.

En contraste, durante el otoño y el invierno, la mayoría de las pasifloras entran en un estado de reposo o latencia, especialmente en climas con estaciones marcadas. Su crecimiento se ralentiza drásticamente o se detiene por completo. Como resultado, su consumo de agua disminuye de forma significativa. Mantener la misma frecuencia de riego que en verano durante este período es uno de los errores más graves y comunes, ya que conduce casi inevitablemente al encharcamiento y a la pudrición de las raíces, una condición de la que es muy difícil recuperar la planta.

El tipo de sustrato y el contenedor también juegan un papel crucial. Un sustrato arenoso y con buen drenaje requerirá riegos más frecuentes que uno arcilloso y pesado. Del mismo modo, las macetas de terracota, al ser porosas, permiten que el agua se evapore a través de sus paredes, secando el sustrato más rápidamente que las macetas de plástico. Conocer las características de tu suelo y tu maceta te ayudará a ajustar la pauta de riego de manera mucho más precisa.

Frecuencia y cantidad de riego según la estación

En primavera, con el aumento de las temperaturas y la reanudación del crecimiento, debes empezar a incrementar la frecuencia de riego gradualmente. Al principio de la estación, riega cuando la capa superior del sustrato (unos 2-3 cm) esté seca. A medida que la primavera avanza y la planta desarrolla más follaje, sus necesidades aumentarán, por lo que tendrás que revisar la humedad del sustrato con mayor regularidad. Este es un período de transición en el que la observación es clave para no quedarse corto ni excederse.

El verano es la estación de máxima demanda hídrica. Durante los días largos y calurosos, es posible que necesites regar tu pasiflora cada día o cada dos días, especialmente si está en una maceta expuesta al sol. El objetivo es mantener el sustrato uniformemente húmedo. Un buen riego en verano debe ser profundo, asegurando que el agua llegue a todas las raíces. Riega abundantemente hasta que el agua comience a salir por los agujeros de drenaje de la maceta, y luego descarta el exceso de agua del plato para evitar que las raíces permanezcan encharcadas.

Con la llegada del otoño, las temperaturas bajan y los días se acortan, señalando a la planta que es hora de ralentizar su crecimiento. En este momento, debes comenzar a reducir la frecuencia de riego de manera progresiva. Deja que el sustrato se seque un poco más entre riegos. Si en verano regabas cada día, en otoño podrías pasar a regar cada 3-5 días, y luego semanalmente a medida que el frío se intensifica. Esta reducción gradual ayuda a la planta a aclimatarse y a prepararse para el reposo invernal.

Durante el invierno, el riego debe reducirse al mínimo indispensable. Para las plantas en exterior en climas templados, las lluvias invernales suelen ser suficientes. Para las plantas en maceta, ya sea en exterior o resguardadas en interior, riega solo cuando el sustrato esté seco a varios centímetros de profundidad. El objetivo en invierno no es fomentar el crecimiento, sino simplemente mantener el cepellón ligeramente húmedo para que las raíces no se sequen por completo. Un riego excesivo en esta época es la principal causa de muerte de las pasifloras durante el invierno.

La calidad del agua y técnicas de riego

Aunque la pasiflora no es extremadamente sensible, la calidad del agua que utilizas para regar puede tener un impacto a largo plazo en su salud. El agua ideal para el riego es el agua de lluvia, ya que es naturalmente blanda (baja en minerales) y tiene un pH ligeramente ácido, condiciones que favorecen la absorción de nutrientes por parte de la planta. Si tienes la posibilidad de recoger y almacenar agua de lluvia, tu pasiflora te lo agradecerá con un crecimiento más saludable y un follaje más verde.

Si dependes del agua del grifo, es importante conocer su dureza. El agua dura contiene altas concentraciones de calcio y magnesio, que con el tiempo pueden acumularse en el sustrato y elevar su pH. Un pH demasiado alcalino puede dificultar la absorción de ciertos micronutrientes, como el hierro, provocando clorosis (hojas amarillas con nervios verdes). Para mitigar esto, puedes dejar reposar el agua del grifo en un recipiente abierto durante 24 horas antes de usarla. Este proceso permite que el cloro se evapore y que parte de la cal se deposite en el fondo.

La técnica de riego también es importante. Siempre que sea posible, riega directamente sobre el sustrato, evitando mojar en exceso el follaje, las flores y los tallos. Mantener las hojas secas, especialmente durante la noche, ayuda a prevenir la aparición de enfermedades fúngicas como el oídio o el mildiu. Riega por la mañana temprano; esto le da a la planta tiempo para absorber la humedad que necesita durante el día y permite que cualquier salpicadura en las hojas se seque rápidamente con el sol, minimizando los riesgos de enfermedad.

Para las plantas en maceta, el riego por inmersión es una técnica excelente, especialmente si el sustrato se ha secado por completo y se ha vuelto hidrofóbico (repele el agua). Consiste en sumergir la maceta en un cubo con agua hasta que dejen de salir burbujas de aire. Esto asegura que todo el cepellón se rehidrate de manera uniforme. Después, deja que la maceta escurra completamente el exceso de agua antes de volver a colocarla en su plato. Esta técnica no debe usarse como método habitual, sino como un remedio para situaciones de sequía extrema del sustrato.

Signos de riego incorrecto: exceso y defecto

Aprender a reconocer los signos de un riego inadecuado es esencial para corregir el problema a tiempo. El riego insuficiente o sequía suele manifestarse de forma bastante obvia. Las hojas de la planta pierden turgencia y se ven lacias o caídas. Los brotes nuevos y los zarcillos pueden marchitarse, y los bordes de las hojas más viejas pueden empezar a secarse, volviéndose marrones y crujientes. Si la sequía es prolongada, la planta puede empezar a tirar los botones florales y las flores para conservar energía, y en casos extremos, las hojas se volverán completamente amarillas y caerán.

Paradójicamente, algunos síntomas del exceso de riego son muy similares a los de la falta de agua, lo que puede llevar a confusión. El síntoma más característico del encharcamiento es el amarilleamiento de las hojas, especialmente las más bajas y viejas, que tienden a caerse con facilidad incluso estando turgentes. Esto ocurre porque las raíces, al estar saturadas de agua y sin oxígeno, empiezan a pudrirse y no pueden absorber ni agua ni nutrientes, lo que provoca una especie de «sequía fisiológica» en la parte aérea de la planta. El crecimiento se detiene y la planta adquiere un aspecto general enfermizo.

Para diferenciar entre exceso y falta de riego, la clave está en comprobar siempre el estado del sustrato. Introduce un dedo o un palo de madera unos centímetros en la tierra. Si sale seco, el problema es la falta de agua. Si sale húmedo o empapado y la planta muestra síntomas de estrés, es casi seguro que estás regando en exceso. Otro indicio de encharcamiento puede ser un olor desagradable a podrido que emana del sustrato, señal inequívoca de que las raíces están sufriendo.

Si detectas un problema de exceso de riego, actúa de inmediato. Deja de regar y permite que el sustrato se seque casi por completo. Si la planta está en maceta, sácala del plato para mejorar la aireación y el drenaje. En casos graves, puede ser necesario sacar la planta de la maceta, eliminar el sustrato empapado, recortar las raíces podridas (que serán negras o marrones y blandas) y trasplantarla a un nuevo sustrato seco y con buen drenaje. La prevención, asegurando un buen drenaje desde el principio, es siempre la mejor estrategia.

La importancia de la humedad ambiental

Además del agua que absorben por las raíces, las pasifloras se benefician enormemente de un alto nivel de humedad en el aire que las rodea. En su hábitat natural tropical, la humedad ambiental suele ser muy elevada. En los climas más secos o en interiores con calefacción durante el invierno, el aire puede ser demasiado seco para su gusto, lo que puede provocar que los bordes de las hojas se sequen y se pongan marrones, y puede hacer que la planta sea más susceptible al ataque de plagas como la araña roja.

Una forma sencilla y efectiva de aumentar la humedad es pulverizar el follaje de la planta con agua, preferiblemente destilada o de lluvia para no dejar manchas de cal en las hojas. Realiza esta operación a primera hora de la mañana para que las hojas tengan tiempo de secarse antes de la noche. La pulverización no solo aumenta la humedad, sino que también ayuda a limpiar el polvo de las hojas, mejorando la fotosíntesis, y puede ayudar a disuadir a algunas plagas.

Para las plantas cultivadas en maceta, una técnica muy eficaz es el método del plato con guijarros. Coge un plato o bandeja más grande que la base de la maceta y llénalo con una capa de guijarros, arcilla expandida o grava. Añade agua hasta que casi cubra los guijarros, pero sin que el nivel del agua llegue a tocar la base de la maceta. Coloca la maceta encima de los guijarros. El agua del plato se evaporará lentamente, creando una burbuja de aire húmedo justo alrededor de la planta.

Agrupar varias plantas juntas también ayuda a crear un microclima más húmedo. Las plantas liberan vapor de agua a través de un proceso llamado transpiración, y cuando están juntas, este vapor de agua colectivo eleva la humedad relativa del aire en su entorno inmediato. Si tienes otras plantas de interior, especialmente de origen tropical, colocar tu pasiflora cerca de ellas puede ser beneficioso para todas. Combinar estas técnicas te ayudará a proporcionar el ambiente húmedo que tu pasiflora necesita para sentirse como en casa.

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