Aunque el Cephalotaxus harringtonia var. drupacea es una conífera robusta y resistente, prepararla adecuadamente para el invierno es un paso crucial para asegurar que emerja en la primavera sana, vigorosa y sin daños. Como planta de hoja perenne, no entra en una latencia completa como los árboles de hoja caduca, sino que continúa realizando procesos metabólicos a un ritmo muy reducido y, lo que es más importante, sigue perdiendo humedad a través de sus agujas. Los desafíos del invierno –temperaturas bajo cero, vientos secantes, heladas y el peso de la nieve– pueden suponer un estrés significativo. Unos pocos cuidados preventivos en otoño pueden marcar una gran diferencia en su supervivencia y en su aspecto estético para la siguiente temporada de crecimiento.
La preparación invernal no es un proceso de un solo día, sino más bien una serie de prácticas que se llevan a cabo durante los meses de otoño. Estas acciones se centran en asegurar que la planta esté bien hidratada antes de que el suelo se congele, en proteger su sistema radicular del frío extremo y en minimizar los daños físicos que puedan causar el viento o la nieve. La intensidad de estas preparaciones dependerá en gran medida de tu zona climática. En las zonas más cálidas de su rango de rusticidad (USDA 8-9), la preparación será mínima, mientras que en las zonas más frías (USDA 6), será mucho más importante.
Es especialmente vital prestar atención a los ejemplares jóvenes o recién plantados. Las plantas que aún no han desarrollado un sistema radicular extenso y profundo son mucho más vulnerables al estrés invernal que las plantas maduras y bien establecidas. Durante sus primeros dos o tres inviernos en el jardín, un cuidado extra ayudará a garantizar que superen este período crítico y se conviertan en los arbustos fuertes y resilientes que están destinados a ser.
Al final, el objetivo de la preparación para el invierno es trabajar en sintonía con la naturaleza, ayudando a la planta a fortalecer sus defensas naturales contra los rigores de la estación fría. Con un enfoque proactivo, puedes disfrutar de la estructura y el color que el tejo de Harrington aporta al paisaje invernal, con la confianza de que está bien protegido y listo para un nuevo estallido de crecimiento cuando llegue la primavera.
El riego otoñal: la clave de la hidratación
Quizás la medida más importante que puedes tomar para preparar tu tejo de Harrington para el invierno es asegurarte de que entre en la estación fría completamente hidratado. Las plantas de hoja perenne, a diferencia de las de hoja caduca, continúan perdiendo agua por transpiración a través de su follaje durante todo el invierno. Aunque este proceso se ralentiza con el frío, no se detiene. Si el suelo está congelado, las raíces no pueden reponer esta pérdida de agua, lo que lleva a la deshidratación del follaje, una condición conocida comúnmente como desecación invernal o quemadura por el viento.
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Para combatir esto, es fundamental proporcionar riegos profundos y regulares durante el otoño, especialmente si las lluvias han sido escasas. El suelo debe mantenerse húmedo, pero no encharcado. Continúa regando hasta que el suelo se congele. Un último riego profundo justo antes de la primera helada fuerte es particularmente beneficioso, ya que carga el perfil del suelo con la humedad que la planta necesitará para pasar el invierno.
Este riego otoñal no solo hidrata la planta, sino que también ayuda a aislar las raíces. El agua en el suelo retiene el calor mejor que el aire, por lo que un suelo húmedo se enfría y se congela más lentamente que un suelo seco. Esto proporciona una protección adicional al sistema radicular contra las caídas bruscas de temperatura. Un sistema radicular bien hidratado y protegido es menos susceptible a los daños por heladas.
No subestimes la importancia de este paso, ya que la mayoría de los daños invernales en las plantas de hoja perenne se deben a la sequía, no directamente a la temperatura fría. Una planta que comienza el invierno con un déficit de agua tiene muchas más probabilidades de mostrar un follaje marrón y quemado en la primavera. Por lo tanto, mantén la manguera a mano durante el otoño y úsala generosamente cuando la naturaleza no proporcione suficiente lluvia.
Protección de las raíces con mantillo
La protección del sistema radicular es otra prioridad en la preparación para el invierno. Las raíces de las plantas son generalmente menos resistentes al frío que sus partes aéreas (ramas y follaje). En la naturaleza, una capa de hojas caídas y nieve proporciona un aislamiento natural. En el jardín, podemos imitar este efecto aplicando una capa de mantillo orgánico alrededor de la base de la planta. Esta es una práctica beneficiosa durante todo el año, pero adquiere una importancia especial en otoño.
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Después de que el suelo haya experimentado un par de heladas ligeras pero antes de que se congele por completo, aplica una capa de mantillo de 7 a 10 centímetros de espesor sobre la zona radicular de tu tejo de Harrington. Buenos materiales para el mantillo de invierno incluyen corteza triturada, astillas de madera, paja de pino o compost grueso. Esta capa de aislamiento ayudará a moderar las fluctuaciones de la temperatura del suelo, protegiendo las raíces de los ciclos de congelación y descongelación, que pueden dañarlas y levantar la planta del suelo (un fenómeno conocido como «frost heaving»).
El mantillo también ayuda a conservar la humedad del suelo que has proporcionado con el riego otoñal, ralentizando la evaporación y la sublimación. Es importante no aplicar el mantillo demasiado pronto en el otoño, cuando el suelo todavía está cálido, ya que esto podría retrasar la entrada en latencia de la planta. Espera a que el clima se enfríe de manera consistente. Además, asegúrate de mantener el mantillo a unos pocos centímetros de distancia del tronco principal para evitar que la humedad atrapada cause problemas de pudrición en la corteza.
Para los ejemplares plantados en macetas, la protección de las raíces es aún más crítica, ya que están expuestas al aire frío por todos lados. En climas fríos, es aconsejable mover las macetas a un lugar protegido, como un garaje sin calefacción, un cobertizo o junto a la pared de la casa. Si no es posible moverlas, se pueden agrupar las macetas y rodearlas con arpillera, paja o plástico de burbujas para proporcionar una capa adicional de aislamiento.
Barreras contra el viento y el sol invernal
El viento y el sol son dos de los mayores culpables del daño invernal en las plantas de hoja perenne. El viento constante, especialmente cuando el aire es seco y frío, acelera drásticamente la pérdida de humedad del follaje, causando la desecación invernal. El sol de invierno, aunque menos intenso que el de verano, puede calentar la superficie de las agujas, estimulando la transpiración en un momento en que la planta no puede reponer el agua. La combinación de sol y viento es particularmente dañina.
Para las plantas jóvenes, recién plantadas o aquellas en lugares muy expuestos, puede ser beneficioso crear una barrera protectora. Se puede construir una simple pantalla clavando estacas en el suelo en el lado de la planta que mira a los vientos dominantes (generalmente el norte o el noroeste) y envolviendo arpillera alrededor de las estacas. Es importante que la arpillera no toque directamente el follaje, ya que podría atrapar humedad y causar daños por congelación. El objetivo es crear un cortavientos, no envolver la planta como si fuera un regalo.
Estas barreras también proporcionan sombra, protegiendo a la planta del sol invernal. La protección es especialmente útil para evitar que la planta se caliente demasiado en los días soleados de invierno, lo que puede causar ciclos de congelación y descongelación en los tejidos de la planta que dañan las células. La barrera debe permanecer en su lugar durante todo el invierno y retirarse a principios de la primavera, una vez que haya pasado el peligro de heladas fuertes.
Alternativamente a las barreras, se pueden utilizar aerosoles antitranspirantes. Estos productos, disponibles en centros de jardinería, crean una fina capa cerosa sobre las agujas que reduce la pérdida de agua. Deben aplicarse en un día templado de finales de otoño, antes de la llegada de las temperaturas bajo cero, y siguiendo cuidadosamente las instrucciones del fabricante. Aunque pueden ser efectivos, no sustituyen a las buenas prácticas culturales como el riego adecuado y la colocación en un sitio protegido.
Manejo de la nieve y el hielo
En las regiones donde las nevadas son comunes, el peso de la nieve y el hielo puede suponer una amenaza física para el Cephalotaxus harringtonia. Su estructura de múltiples tallos y su denso follaje pueden acumular grandes cantidades de nieve, especialmente si es nieve húmeda y pesada. El peso excesivo puede hacer que las ramas se doblen hasta el punto de romperse, causando daños estructurales que desfiguran la planta y crean puntos de entrada para enfermedades.
Después de una fuerte nevada, es una buena idea salir al jardín y eliminar cuidadosamente el exceso de nieve de las ramas. Utiliza una escoba o un cepillo suave y realiza movimientos ascendentes para levantar suavemente las ramas y dejar que la nieve caiga. Evita sacudir las ramas con fuerza o golpearlas, ya que podrían estar quebradizas por el frío y romperse fácilmente. Realizar esta tarea con prontitud, antes de que la nieve se compacte o se derrita y se vuelva a congelar, es lo ideal.
Nunca intentes quitar el hielo de las ramas. El hielo se adhiere firmemente y cualquier intento de eliminarlo por la fuerza casi con seguridad resultará en la rotura de ramas y brotes. En el caso de una tormenta de hielo, es mejor dejar que la naturaleza siga su curso y que el hielo se derrita por sí solo. Una vez que el hielo se haya ido, podrás evaluar cualquier daño y podar las ramas rotas en la primavera.
Para proporcionar un soporte adicional a los arbustos más grandes o con una forma más extendida, se pueden atar suavemente las ramas antes de la primera nevada. Utiliza un cordel suave de yute o tiras de tela para agrupar las ramas principales, envolviéndolas en espiral alrededor de la planta. Esto le da a la planta un perfil más estrecho y una mayor resistencia estructural contra el peso de la nieve. Asegúrate de que el atado no esté demasiado apretado para no dañar la corteza y recuerda quitarlo en la primavera para permitir que la planta reanude su crecimiento natural.
📷: A. Barra, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons