La poda es, sin lugar a dudas, una de las intervenciones humanas más decisivas y transformadoras en la vida de un castaño cultivado. Mediante una serie de cortes selectivos y planificados, podemos guiar la arquitectura del árbol, mejorar su estado sanitario, regular su producción y prolongar su vida útil. Lejos de ser un mero recorte estético, la poda es una técnica compleja basada en el conocimiento profundo de la fisiología del árbol y de sus respuestas a las heridas. Un castaño sin podar puede crecer de forma desordenada y volverse improductivo, mientras que una poda mal ejecutada puede causarle daños irreparables. Por ello, aprender a podar correctamente es una habilidad esencial para cualquier persona que desee cultivar castaños de forma exitosa.
La práctica de la poda en el castaño persigue una serie de objetivos claros y definidos que varían en función de la edad y el estado del árbol. En los primeros años, la poda de formación es la protagonista, buscando crear una estructura fuerte y equilibrada que servirá de esqueleto para el resto de su vida. Posteriormente, en los árboles adultos, la poda de mantenimiento y fructificación se encarga de conservar esa estructura, controlar el tamaño del árbol y, sobre todo, estimular una producción de frutos regular y de alta calidad. En todos los casos, la poda es también una herramienta sanitaria fundamental para eliminar la madera muerta, dañada o enferma.
Es crucial entender que cada corte de poda es una herida que el árbol debe cerrar y compartimentar para defenderse de la entrada de patógenos. Por esta razón, la técnica de corte es de suma importancia. Los cortes deben ser limpios, sin desgarros, y realizados en el lugar adecuado para facilitar una rápida cicatrización. El uso de herramientas apropiadas, bien afiladas y desinfectadas, es un requisito indispensable para realizar un trabajo de calidad y para evitar la transmisión de enfermedades de un árbol a otro.
La poda es un diálogo entre el podador y el árbol. Antes de realizar cualquier corte, es necesario observar detenidamente el árbol en su conjunto, entender su estructura, identificar sus ramas principales y visualizar el resultado que se quiere obtener. No se trata de eliminar ramas al azar, sino de tomar decisiones meditadas que favorezcan la salud y la productividad del árbol a largo plazo. Una buena poda es aquella que, una vez terminada, apenas se nota, pero cuyos efectos beneficiosos se manifiestan en el vigor y la cosecha de las temporadas siguientes.
Poda de formación para un futuro sólido
La poda de formación se realiza durante los primeros tres a cinco años de vida del castaño y es, posiblemente, la poda más importante de todas. El objetivo en esta fase es definir la arquitectura básica del árbol, seleccionando las ramas que constituirán su estructura principal y eliminando las que compitan con ellas o estén mal ubicadas. Una buena estructura inicial es fundamental para soportar el peso de las futuras cosechas, facilitar las labores de cultivo y recolección, y asegurar una buena distribución de la luz y el aire por toda la copa.
Existen diferentes sistemas de formación, pero los más comunes para el castaño son la formación en vaso y en eje central. La formación en vaso consiste en seleccionar de tres a cuatro ramas principales que parten de un tronco corto, creando una estructura abierta en forma de copa que facilita la entrada de luz. La formación en eje central, por otro lado, mantiene un tronco principal recto (el eje) del que van saliendo pisos de ramas secundarias bien distribuidas, lo que da lugar a una forma más piramidal. La elección de un sistema u otro dependerá de la variedad, la densidad de plantación y las preferencias del agricultor.
El proceso comienza generalmente al segundo año después de la plantación. Se elige el futuro tronco y se eliminan las ramas bajas y los brotes que puedan surgir del patrón. En los años siguientes, se van seleccionando las ramas que formarán el esqueleto, procurando que estén bien repartidas alrededor del tronco y que tengan un ángulo de inserción adecuado (ni demasiado vertical ni demasiado horizontal). Se eliminan las ramas que se crucen, las que crezcan hacia el interior, las que estén demasiado juntas o las que formen horquillas débiles.
Es importante ser paciente y no podar en exceso durante esta fase. El objetivo es guiar el crecimiento, no frenarlo. Una poda demasiado severa en un árbol joven puede retrasar su entrada en producción. Se trata de realizar pocos cortes, pero muy bien pensados. Al final de la fase de formación, el árbol debe tener una estructura bien definida, lista para empezar a producir frutos de manera eficiente durante muchos años.
Poda de mantenimiento y fructificación
Una vez que el castaño ha alcanzado su estructura definitiva y ha entrado en producción, la poda pasa a ser de mantenimiento y fructificación. Esta poda se realiza anualmente, por lo general en invierno, y tiene varios objetivos simultáneos. El primero es mantener la salud general del árbol, eliminando toda la madera que esté muerta, seca, rota o que presente síntomas de enfermedades como el chancro. Esta limpieza sanitaria es fundamental para prevenir la propagación de patógenos.
El segundo objetivo es mantener la forma y el tamaño del árbol, evitando que crezca de forma descontrolada. Se eliminan los chupones, que son brotes muy vigorosos que crecen verticalmente y no producen fruto, así como las ramas que desequilibran la copa o que crecen hacia el interior, dificultando la aireación. Se busca mantener una copa despejada, donde la luz pueda penetrar hasta las zonas más internas, lo cual es esencial para la producción de frutos en toda la estructura del árbol y no solo en la periferia.
El tercer y más importante objetivo de esta poda es regular y estimular la producción de frutos. El castaño produce sus frutos en la madera del año, es decir, en los brotes que han crecido durante la primavera de esa misma temporada. La poda busca, por tanto, renovar la madera productiva. Mediante el acortamiento o el aclareo de las ramas, se estimula la emisión de nuevos brotes que serán los que portarán las flores y los futuros erizos. Se eliminan las ramas que ya han fructificado durante varios años y han perdido vigor, para dejar paso a otras más jóvenes y productivas.
Es una poda de equilibrio, donde se debe encontrar el punto justo entre el crecimiento vegetativo y la producción de frutos. Una poda demasiado débil puede llevar al envejecimiento prematuro de las zonas productivas y a una disminución de la cosecha. Por el contrario, una poda excesivamente fuerte puede provocar una respuesta vegetativa demasiado vigorosa, con muchos brotes pero poca fruta. El podador experimentado sabe «leer» el árbol y adaptar la intensidad de la poda al vigor de cada rama y del árbol en su conjunto.
La época ideal para la poda
La elección del momento adecuado para podar es tan importante como la técnica de corte. La poda principal del castaño, conocida como poda en seco o poda de invierno, se debe realizar durante el periodo de reposo vegetativo, entre la caída de la hoja en otoño y el hinchado de las yemas a finales de invierno o principios de primavera. Podar en esta época tiene múltiples ventajas, como ya se ha comentado: permite ver bien la estructura del árbol, minimiza la pérdida de savia y reduce el riesgo de infecciones.
Dentro de este amplio periodo invernal, es preferible evitar los días de heladas fuertes, ya que la madera está más frágil y los cortes pueden no ser limpios, además de que el frío intenso puede dañar los tejidos recién expuestos en la herida. Lo ideal es elegir un día seco y sin heladas, hacia el final del invierno. De esta forma, el tiempo que la herida permanece expuesta antes de que el árbol reactive su metabolismo y comience a cicatrizar en primavera es el mínimo posible.
Además de la poda invernal, se puede realizar una intervención más ligera durante el periodo vegetativo, conocida como poda en verde. Esta poda se suele hacer a finales de primavera o principios de verano y se centra casi exclusivamente en la eliminación de brotes mal ubicados o indeseables que han surgido ese mismo año. Su principal objetivo es eliminar los chupones y los sierpes (brotes que salen de la base del tronco o de las raíces) antes de que lignifiquen y consuman recursos del árbol.
La poda en verde tiene la ventaja de que las heridas cicatrizan muy rápidamente, ya que el árbol está en plena actividad. Además, al eliminar estos brotes tiernos, se evita tener que hacer cortes más grandes en invierno. Sin embargo, esta poda debe ser siempre muy ligera, eliminando únicamente brotes del año. Una poda en verde severa podría eliminar demasiada superficie foliar, reduciendo la capacidad fotosintética del árbol y debilitándolo en un momento de máxima actividad.
Herramientas y técnicas de corte
Disponer de las herramientas adecuadas es esencial para realizar una poda segura y eficaz. El equipo básico de un podador de castaños incluye unas tijeras de podar de una mano para las ramas más finas, unas tijeras de dos manos (o podón) para ramas de diámetro intermedio, y un serrucho de poda para las ramas más gruesas. Es fundamental que todas las herramientas estén perfectamente afiladas para realizar cortes limpios y sin desgarros, y que se desinfecten con alcohol o lejía diluida entre árbol y árbol, especialmente si se sospecha de la presencia de enfermedades.
La técnica de corte varía según el tipo de poda. Cuando se elimina una rama por completo, el corte debe realizarse a ras del cuello de la rama, ese pequeño abultamiento que se forma en la unión con una rama de orden superior o con el tronco. No se debe dejar un tocón, ya que este se secará y será una vía de entrada de enfermedades, pero tampoco se debe cortar el cuello, ya que contiene los tejidos responsables de la cicatrización. El corte debe ser limpio y seguir la línea de la corteza.
Cuando lo que se busca es acortar una rama, el corte se debe realizar justo por encima de una yema que esté orientada en la dirección en la que queremos que crezca el nuevo brote. El corte debe ser oblicuo, en bisel, con la parte más baja en el lado opuesto a la yema y la parte más alta justo por encima de ella. Esto permite que el agua de la lluvia resbale y no se acumule sobre la yema, evitando posibles pudriciones.
Para cortar ramas de gran diámetro y peso con el serrucho, es necesario seguir una técnica de tres cortes para evitar que el peso de la rama desgarre la corteza del tronco. Primero, se hace un corte en la parte inferior de la rama, a unos 20-30 cm del tronco. Segundo, se realiza un corte en la parte superior, un poco más alejado del tronco que el primero, hasta que la rama se rompa por su propio peso. Finalmente, se elimina el tocón restante realizando el corte definitivo y correcto justo en el cuello de la rama.