La poda es una de las intervenciones más artísticas y a la vez científicas que un jardinero puede realizar en un árbol frutal. Lejos de ser un acto de agresión, una poda bien ejecutada es un diálogo con el árbol, una forma de guiar su crecimiento, potenciar su salud y maximizar su capacidad para producir frutos de alta calidad. En el caso del caqui asiático, la poda es una herramienta esencial para establecer una estructura fuerte desde la juventud, mantener la productividad en la madurez y asegurar que la luz y el aire lleguen a cada rincón de su copa. Dominar las técnicas de corte y entender el momento adecuado para intervenir te permitirá esculpir un árbol que no solo sea estéticamente agradable, sino también vigoroso y generoso en sus cosechas.
Objetivos de la poda en el caqui
La poda del caqui persigue varios objetivos fundamentales que cambian según la edad y el estado del árbol. Para los árboles jóvenes, el objetivo principal es la poda de formación, que busca desarrollar una estructura o esqueleto fuerte y bien equilibrado. Se trata de sentar las bases para el futuro, seleccionando las ramas principales que sostendrán el peso de las cosechas venideras y asegurando que estén bien distribuidas alrededor del tronco. Una buena estructura inicial previene la rotura de ramas en el futuro y facilita todas las labores de mantenimiento posteriores.
En los árboles maduros que ya están en producción, el objetivo principal se desplaza hacia la poda de mantenimiento y fructificación. Esta poda busca mantener el tamaño y la forma del árbol dentro de unos límites manejables, lo que facilita tareas como la pulverización de tratamientos y, sobre todo, la cosecha. Además, se enfoca en renovar la madera productiva, ya que el caqui fructifica principalmente en los brotes del año. Una poda adecuada estimula la emisión de nuevos brotes vigorosos que darán la fruta de la temporada.
Un objetivo transversal a todas las edades es la poda sanitaria. Esta consiste en eliminar cualquier parte del árbol que esté muerta, dañada, enferma o débil. La eliminación de la madera muerta no solo mejora la apariencia del árbol, sino que también elimina posibles puntos de entrada para enfermedades y plagas. Asimismo, retirar las ramas que se rozan o se cruzan evita heridas que podrían infectarse y mejora la estructura general. Este tipo de poda se puede realizar en cualquier momento del año en que se detecte un problema.
Finalmente, un objetivo clave de la poda es mejorar la penetración de la luz y la circulación del aire en el interior de la copa. Una copa densa y enmarañada crea un ambiente sombrío y húmedo, ideal para el desarrollo de enfermedades fúngicas. Al aclarar el centro del árbol, permitimos que la luz del sol llegue a las hojas y frutos interiores, lo que mejora la fotosíntesis, la calidad de la fruta (color y dulzor) y reduce la incidencia de enfermedades. Una buena ventilación ayuda a que el follaje se seque más rápido, creando un microclima menos favorable para los patógenos.
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La poda de formación en árboles jóvenes
La poda de formación es crucial durante los primeros tres o cuatro años de vida del árbol. El trabajo realizado en esta etapa definirá la estructura del árbol para toda su vida. Tras la plantación de un árbol joven de un año (a menudo una simple vara), se debe descabezar a una altura de entre 70 y 90 centímetros del suelo. Este corte estimulará la brotación de yemas laterales justo por debajo, de las cuales seleccionaremos las futuras ramas principales.
Durante el primer invierno después de la plantación, se deben seleccionar de tres a cinco brotes laterales que estén bien distribuidos radialmente alrededor del tronco y con una separación vertical entre ellos. Estos serán los pisos de nuestras ramas principales. Se deben eliminar todos los demás brotes, así como aquellos que tengan un ángulo de inserción demasiado estrecho con el tronco, ya que estas uniones son débiles y propensas a romperse. Las ramas seleccionadas se deben acortar a aproximadamente la mitad de su longitud para fomentar la ramificación secundaria.
En los inviernos siguientes, el proceso continúa construyendo sobre esta estructura inicial. Se seleccionarán ramas secundarias en cada una de las ramas principales, siempre buscando un crecimiento hacia el exterior y eliminando las que crecen hacia el centro del árbol. El objetivo es crear una estructura abierta, ya sea en forma de vaso o de líder central modificado. La forma de vaso, sin un eje central, es muy popular porque maximiza la entrada de luz, mientras que el líder central modificado mantiene un tronco dominante que le da más altura al árbol pero con ramas bien espaciadas.
Durante esta fase de formación, es importante ser paciente y no intentar acelerar el proceso eliminando demasiada madera de una sola vez. La poda es un estrés para el árbol, y una poda excesiva en un árbol joven puede retrasar su entrada en producción. El objetivo es guiar el crecimiento más que reprimirlo, eliminando solo lo necesario para establecer una estructura sólida y bien orientada.
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La poda de mantenimiento en árboles maduros
Una vez que el árbol ha alcanzado su estructura y tamaño deseados y está en plena producción, la poda se convierte en una tarea de mantenimiento anual. Esta poda se realiza durante el período de dormancia invernal y se centra en mantener la salud, la productividad y la forma del árbol. El primer paso es siempre una inspección visual para identificar y eliminar toda la madera muerta, enferma o dañada, así como los chupones que hayan crecido desde la base del tronco.
El siguiente paso es aclarar la copa para mantener una buena penetración de la luz. Esto implica eliminar las ramas que se cruzan o se rozan entre sí, las que crecen hacia el interior del árbol y cualquier crecimiento débil o mal posicionado. A veces, puede ser necesario eliminar una rama más grande si está sombreando excesivamente una sección importante del árbol. El objetivo es tener una distribución equilibrada de las ramas, de modo que cada una tenga su propio espacio para recibir luz.
Dado que el caqui produce fruta en el crecimiento nuevo, la poda de mantenimiento también busca estimular la renovación de la madera fructífera. Esto se logra acortando algunas de las ramas que produjeron fruta el año anterior. Este recorte fomenta la brotación de nuevos sarmientos cerca de la estructura principal, manteniendo la producción de fruta cerca del centro del árbol en lugar de que se aleje cada vez más hacia la periferia. No se deben acortar todas las ramas, sino hacerlo de forma selectiva para asegurar una cosecha equilibrada.
Finalmente, la poda de mantenimiento también sirve para controlar el tamaño del árbol. Si el árbol tiende a crecer demasiado en altura, se pueden rebajar las ramas superiores para mantener la cosecha a una altura accesible. Es importante realizar estos cortes de reducción siempre hacia una rama lateral que pueda tomar el relevo como nueva líder, para evitar la proliferación de chupones verticales en el punto de corte.
Herramientas adecuadas y técnicas de corte
Utilizar las herramientas adecuadas es esencial para realizar una poda limpia, segura y eficaz. Las tres herramientas básicas para la poda de un árbol frutal son las tijeras de podar de una mano, las tijeras de podar de dos manos (o podón) y el serrucho de poda. Las tijeras de una mano son ideales para cortar ramas de hasta 2 cm de diámetro. Para ramas más gruesas, de hasta 4-5 cm, las tijeras de dos manos proporcionan la palanca necesaria para un corte limpio. Para ramas de mayor diámetro, el serrucho de poda es la herramienta indicada.
Es absolutamente crucial que las herramientas estén bien afiladas y limpias. Una cuchilla afilada realiza un corte limpio que cicatriza rápidamente, mientras que una cuchilla desafilada desgarra los tejidos de la planta, creando una herida más grande y de cicatrización lenta, que es más susceptible a las infecciones. Antes de empezar a podar, y especialmente si vas a trabajar en varios árboles, desinfecta las herramientas con alcohol o una solución de lejía diluida para prevenir la transmisión de enfermedades de un árbol a otro.
La técnica de corte es igualmente importante. Cuando acortes una rama, realiza el corte a unos 5-6 milímetros por encima de una yema orientada hacia el exterior. El corte debe tener una ligera inclinación, con la parte más baja en el lado opuesto a la yema, para que el agua de la lluvia escurra y no se acumule en la herida. Cuando elimines una rama completa, el corte debe hacerse justo por fuera del cuello de la rama, que es el área ligeramente abultada donde la rama se une al tronco o a otra rama más grande. No dejes un tocón largo, pero tampoco cortes a ras, ya que el cuello de la rama contiene los tejidos que permiten una cicatrización rápida.
Para ramas grandes y pesadas, utiliza la técnica de los tres cortes para evitar que el peso de la rama desgarre la corteza del tronco al caer. El primer corte se hace por la parte inferior de la rama, a unos 30 cm del tronco, y solo hasta un tercio del grosor de la rama. El segundo corte se hace por la parte superior, unos centímetros más afuera que el primer corte, y se corta hasta que la rama caiga. Finalmente, se realiza el tercer y último corte para eliminar el tocón restante, justo por fuera del cuello de la rama.
El momento correcto para podar
El momento en que se realiza la poda tiene un impacto significativo en la respuesta del árbol. La poda principal del caqui, tanto la de formación como la de mantenimiento, debe realizarse durante el período de dormancia invernal. Este período generalmente abarca desde la caída de las hojas en otoño hasta justo antes de que las yemas comiencen a hincharse en primavera. Podar en invierno tiene varias ventajas: el árbol está en reposo y el estrés del corte es menor, la ausencia de hojas permite ver claramente la estructura de las ramas, y el riesgo de transmisión de enfermedades es mucho más bajo.
Dentro de la ventana invernal, es preferible evitar los períodos de frío más intenso. Podar justo antes o durante una helada severa puede hacer que los tejidos recién cortados sean más susceptibles a los daños por frío. El final del invierno o el principio de la primavera, cuando las heladas más fuertes ya han pasado pero el árbol aún no ha reanudado su crecimiento activo, suele considerarse el momento ideal.
Además de la poda invernal, se puede realizar una poda ligera en verano, a menudo llamada poda en verde. Esta poda debe ser mucho menos intensa que la de invierno y se centra en eliminar los chupones (brotes de crecimiento rápido y vertical) y cualquier crecimiento que esté fuera de lugar o que compita con las ramas principales. La eliminación de estos chupones en verano dirige la energía del árbol hacia el desarrollo de los frutos y las ramas deseadas, en lugar de desperdiciarla en un crecimiento vegetativo innecesario.
Hay momentos en los que se debe evitar la poda a toda costa. Nunca se debe realizar una poda severa a finales del verano o en otoño. Como se mencionó anteriormente, esto puede estimular un nuevo crecimiento tardío que no tendrá tiempo de madurar antes de las heladas, resultando en daños significativos por el frío. La poda sanitaria, es decir, la eliminación de ramas rotas o enfermas, es la única excepción y puede realizarse en cualquier momento del año tan pronto como se detecte el problema para evitar que se extienda.