El invierno, con sus bajas temperaturas y días cortos, representa un periodo de descanso y latencia para el castaño. Lejos de ser una etapa inactiva, la invernada es un proceso fisiológico crucial durante el cual el árbol se prepara para el vigoroso crecimiento de la primavera siguiente. Comprender cómo el castaño afronta el frío y qué cuidados específicos necesita durante esta estación es fundamental para asegurar su supervivencia, especialmente en el caso de los ejemplares más jóvenes, y para sentar las bases de una buena producción futura. Un manejo adecuado durante el invierno incluye desde la protección contra las inclemencias del tiempo hasta la realización de tareas estratégicas como la poda, que aprovechan el estado de reposo del árbol.
La entrada en reposo invernal o dormancia es un mecanismo de adaptación que permite a los árboles de hoja caduca, como el castaño, sobrevivir a las condiciones adversas del invierno. A medida que los días se acortan y las temperaturas descienden en otoño, el árbol recibe señales que desencadenan una serie de cambios fisiológicos. La producción de clorofila se detiene, lo que revela los pigmentos amarillos y ocres de las hojas, y se forma una capa de células en la base del peciolo que provoca su caída. Este proceso minimiza la pérdida de agua por transpiración y reduce el riesgo de daños por heladas en los tejidos tiernos.
Durante la dormancia, el metabolismo del árbol se ralentiza al mínimo, pero no se detiene por completo. Las yemas, que contienen los primordios de las hojas y flores de la próxima temporada, se encuentran protegidas por duras escamas y requieren acumular una cierta cantidad de «horas de frío» (temperaturas por debajo de un umbral, generalmente 7°C) para poder brotar correctamente en primavera. Si un castaño no acumula las horas de frío necesarias, su brotación será irregular y débil. Por esta razón, el cultivo del castaño no es viable en climas tropicales o subtropicales que carecen de un invierno definido.
Este periodo de reposo es también un momento de gran vulnerabilidad para el árbol, sobre todo frente a ciertos factores ambientales. Las heladas muy intensas pueden dañar la corteza o las propias yemas, especialmente si se producen de forma repentina tras un periodo de temperaturas suaves. El exceso de humedad en el suelo durante el invierno, combinado con la falta de actividad de la planta, aumenta el riesgo de enfermedades radiculares. Además, la fauna salvaje, en busca de alimento, puede causar daños importantes en la corteza de los árboles jóvenes.
Por tanto, aunque el árbol parezca inactivo, el trabajo del agricultor no cesa en invierno. Es una estación para la observación, la planificación y la ejecución de tareas que no pueden realizarse durante el periodo vegetativo. La correcta gestión invernal es una pieza más en el complejo puzle del cultivo del castaño, y de ella depende en gran medida el éxito de la siguiente campaña. Descuidar el árbol durante el invierno es un error que puede tener consecuencias negativas en la primavera.
Protección de los árboles jóvenes
Los castaños jóvenes, especialmente en sus primeros tres o cuatro años de vida, son mucho más sensibles a las adversidades del invierno que los árboles adultos. Su corteza es todavía fina y delicada, y su sistema radicular menos desarrollado. Por ello, requieren una protección especial para superar con éxito esta etapa crítica. Una de las principales amenazas es el daño por roedores, como conejos y liebres, que en invierno, ante la escasez de alimento, pueden roer la corteza de la base del tronco, llegando a anillarlo y causarle la muerte.
Para evitar este problema, es imprescindible instalar un protector de tronco alrededor de cada árbol joven. Estos protectores suelen ser tubos de plástico o mallas que se colocan en la base del tronco, desde el suelo hasta una altura de unos 50-60 centímetros. No solo impiden el acceso de los roedores, sino que también ofrecen una cierta protección contra las heladas y los daños causados por la maquinaria agrícola, como las desbrozadoras. Es importante que el protector sea lo suficientemente ancho para no ahogar al tronco a medida que este engrosa.
Otro fenómeno a tener en cuenta es el denominado «sol de invierno» o escaldadura solar. En días de invierno soleados pero muy fríos, la corteza del lado sur-suroeste del tronco puede calentarse considerablemente. Al llegar la noche, la temperatura desciende bruscamente, provocando la congelación y muerte de los tejidos del cámbium que se habían activado con el calor. Esto genera grietas longitudinales en la corteza que son una puerta de entrada para enfermedades como el chancro. Para prevenirlo, se puede pintar el tronco con cal o pintura blanca para árboles, que refleja la luz solar y evita el sobrecalentamiento, o utilizar los mismos protectores de tronco.
La aplicación de un buen acolchado o mulching en la base del árbol antes de la llegada de las primeras heladas es otra práctica muy beneficiosa. Una capa gruesa de paja, hojas secas o corteza de pino de unos 10-15 centímetros de espesor ayuda a aislar el suelo, protegiendo las raíces más superficiales de las bajas temperaturas. Este acolchado también ayuda a conservar la humedad y a evitar la compactación del suelo por las lluvias invernales. Es importante separar ligeramente el acolchado del tronco para evitar un exceso de humedad en esa zona, que podría favorecer la aparición de hongos.
El manejo del suelo durante el invierno
La gestión del suelo durante el periodo invernal es un aspecto importante para mantener su estructura y fertilidad. Dejar el suelo completamente desnudo y labrado durante el invierno puede no ser la mejor opción, ya que lo expone a la erosión causada por las lluvias y el viento, especialmente en terrenos con pendiente. La fuerza del impacto de las gotas de lluvia sobre un suelo sin protección desagrega sus partículas, y la escorrentía puede arrastrar la capa más fértil del terreno, provocando una pérdida irreparable de suelo y nutrientes.
Una alternativa mucho más sostenible es el mantenimiento de una cubierta vegetal durante el invierno. Esta práctica, conocida como abonado en verde, consiste en sembrar en otoño una mezcla de especies, generalmente leguminosas (como vezas o tréboles) y gramíneas (como avena o centeno), que crecerán durante el otoño y el invierno. Esta cubierta vegetal protege el suelo de la erosión, mejora su estructura gracias a sus raíces, compite con las malas hierbas y, si se siega y se incorpora al suelo en primavera, aporta una cantidad significativa de materia orgánica y nitrógeno.
La elección de las especies para la cubierta vegetal debe hacerse en función de los objetivos que se persiguen y de las condiciones climáticas de la zona. Las leguminosas son excelentes para fijar nitrógeno atmosférico y enriquecer el suelo, mientras que las gramíneas producen una gran cantidad de biomasa y tienen un sistema radicular muy eficaz para mejorar la estructura del suelo. Una mezcla de ambas suele ofrecer los mejores resultados, creando un ecosistema edáfico mucho más rico y diverso.
En el caso de no optar por una cubierta vegetal, la aplicación de un acolchado orgánico sobre toda la superficie o al menos en la línea de los árboles es otra excelente opción. Al igual que en el caso de los árboles jóvenes, este mulching protege el suelo de la erosión y de la compactación, regula su temperatura y humedad, y suprime el crecimiento de malas hierbas invernales. Además, a medida que se descompone, enriquece el suelo con materia orgánica, alimentando a la micro y macrofauna beneficiosa, como las lombrices.
La poda invernal y sus beneficios
El periodo de reposo invernal es el momento idóneo para realizar las labores de poda más importantes en el castaño, tanto la poda de formación en los árboles jóvenes como la de mantenimiento y producción en los adultos. Podar en invierno, cuando el árbol ha perdido la hoja y está «dormido», presenta varias ventajas fundamentales. En primer lugar, la ausencia de hojas permite observar perfectamente la estructura de ramas del árbol, facilitando la identificación de las ramas que deben ser eliminadas y la toma de decisiones sobre los cortes a realizar.
En segundo lugar, al estar el árbol en parada vegetativa, se minimiza la pérdida de savia por los cortes, lo que reduce el estrés para la planta. La cicatrización de las heridas comenzará de forma vigorosa en primavera, con el inicio del nuevo ciclo de crecimiento. Además, el riesgo de infección de las heridas de poda por parte de hongos o bacterias es mucho menor en invierno, ya que las bajas temperaturas dificultan la actividad y la propagación de la mayoría de los patógenos. A pesar de ello, sigue siendo fundamental utilizar herramientas limpias y desinfectadas.
La poda invernal de mantenimiento en un castaño adulto se centra en eliminar la madera muerta, enferma o dañada, así como los chupones y las ramas que se cruzan o crecen hacia el interior de la copa. También es el momento de realizar cortes de aclareo para mejorar la penetración de la luz y el aire en el interior de la copa, lo que favorecerá la calidad del fruto y reducirá la incidencia de enfermedades. Esta poda debe ser equilibrada, evitando eliminar más del 25-30% de la copa en un solo año para no desvitalizar al árbol.
Es crucial recordar que la poda es una herida para el árbol, por lo que los cortes deben ser limpios y realizarse correctamente. Los cortes de ramas grandes deben hacerse justo por fuera del cuello de la rama, esa zona ligeramente abultada donde la rama se une al tronco, ya que ahí se encuentran los tejidos con mayor capacidad de cicatrización. En los cortes de mayor diámetro, es muy recomendable aplicar una pasta o mástic cicatrizante para proteger la herida de la desecación y de la entrada de patógenos mientras el árbol forma su callo de cicatrización natural.