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La invernada del ajo de aflatunense

Daria · 02.04.2025.

La correcta gestión durante el invierno es un aspecto fundamental para asegurar la supervivencia y el vigor del Allium aflatunense año tras año. Afortunadamente, esta especie es originaria de regiones montañosas de Asia Central, lo que la dota de una excelente resistencia al frío. En general, puede soportar inviernos rigurosos y temperaturas bajo cero sin problemas, siempre y cuando se cumpla una condición esencial: un drenaje adecuado del suelo. La combinación de frío y humedad excesiva es el verdadero enemigo del bulbo durante su período de latencia invernal, mucho más que las bajas temperaturas por sí solas.

Una vez que el follaje se ha marchitado por completo a finales del verano o principios del otoño, la planta ha entrado oficialmente en su período de dormancia. En este estado, el bulbo está bajo tierra, esperando la llegada de la primavera. En la mayoría de las zonas de rusticidad donde el Allium aflatunense puede cultivarse (generalmente de la zona 4 a la 8 del USDA), no se requiere ninguna protección invernal especial si los bulbos están plantados en el suelo del jardín. El propio suelo actúa como un aislante natural, protegiendo al bulbo de las fluctuaciones más extremas de la temperatura del aire.

El principal peligro durante el invierno es, como se ha mencionado, el encharcamiento. Un suelo que permanece saturado de agua durante los ciclos de congelación y descongelación puede dañar físicamente el bulbo o, más comúnmente, provocar su pudrición. Por ello, la preparación del suelo en el momento de la plantación en otoño es la medida de invernada más importante que puedes tomar. Asegurarse de que el lecho de siembra tenga un drenaje rápido y eficiente es la clave para que los bulbos pasen el invierno sanos y salvos, listos para brotar con fuerza cuando las condiciones mejoren.

En regiones con inviernos particularmente duros y poca cubierta de nieve, la aplicación de una capa de mantillo puede ser beneficiosa. La nieve es un excelente aislante natural, pero en su ausencia, las temperaturas del suelo pueden fluctuar drásticamente. Aplicar una capa de 5 a 10 cm de mantillo orgánico, como hojas trituradas, paja o corteza de pino, después de que el suelo se haya enfriado pero antes de que se congele por completo, ayuda a moderar estas fluctuaciones. Este manto protector aísla el suelo, previniendo los ciclos repetidos de congelación y descongelación que pueden estresar y dañar los bulbos.

La aplicación de mantillo para la protección invernal

La técnica del acolchado o «mulching» es una práctica de jardinería muy valiosa para la invernada de muchas plantas perennes, incluidos los bulbos como el Allium aflatunense. El objetivo principal del mantillo invernal no es tanto mantener el suelo caliente, sino mantenerlo uniformemente frío y congelado. Los cambios bruscos de temperatura, con días templados seguidos de noches heladas, pueden hacer que el suelo se expanda y contraiga, un proceso que puede «expulsar» los bulbos hacia la superficie, exponiéndolos al frío y a la desecación. Una capa de mantillo actúa como un amortiguador térmico, minimizando estas fluctuaciones.

El mejor momento para aplicar el mantillo invernal es a finales del otoño o principios del invierno, después de la primera helada fuerte pero antes de que el suelo se congele por completo. Aplicarlo demasiado pronto, cuando el suelo todavía está caliente, puede retrasar la dormancia de la planta e incluso atraer a roedores que buscan un lugar cálido donde anidar. Esperar a que el suelo se enfríe asegura que el bulbo ya esté en su estado de reposo completo.

Los materiales orgánicos son los mejores para usar como mantillo. Hojas secas trituradas, paja, agujas de pino o corteza de pino desmenuzada son opciones excelentes. Estos materiales no solo proporcionan aislamiento, sino que también se descomponen lentamente con el tiempo, aportando materia orgánica y nutrientes al suelo. Aplica una capa suelta de unos 5-10 cm de espesor sobre el área donde están plantados los bulbos. Es importante que la capa sea aireada y no demasiado compacta para permitir que el aire y el agua circulen.

En la primavera, a medida que las temperaturas comienzan a subir y el riesgo de heladas fuertes ha pasado, es importante retirar o rastrillar parte del mantillo. Esto permite que el suelo se caliente más rápidamente con el sol de la primavera y facilita que los nuevos brotes emerjan sin obstáculos. Dejar una capa fina de mantillo puede seguir siendo beneficioso para conservar la humedad y suprimir las malas hierbas durante la temporada de crecimiento.

La invernada en macetas y contenedores

Los bulbos de Allium aflatunense plantados en macetas son significativamente más vulnerables al frío invernal que los que están en el suelo del jardín. En un contenedor, el sistema radicular está expuesto a las bajas temperaturas del aire por todos los lados, mientras que en el suelo, la masa de tierra circundante proporciona un aislamiento considerable. Por lo tanto, en climas donde las temperaturas bajan regularmente por debajo de cero, es necesario tomar medidas adicionales para proteger los bulbos en macetas.

Una de las estrategias más sencillas es mover las macetas a un lugar protegido durante el invierno. Un garaje sin calefacción, un cobertizo, un sótano frío o incluso un porche cubierto y resguardado del viento pueden ofrecer la protección suficiente. El objetivo es mantener los bulbos en un ambiente frío que les permita cumplir con su requisito de vernalización (período de frío necesario para la floración), pero sin exponerlos a las temperaturas de congelación extremas que podrían matar el bulbo. Durante este período, el sustrato debe mantenerse casi seco, requiriendo solo un riego muy ligero una o dos veces durante todo el invierno para evitar que se seque por completo.

Si no es posible mover las macetas, puedes aislarlas en su lugar. Agrupa varias macetas juntas para reducir la superficie expuesta al frío. Luego, puedes envolver el grupo de macetas con plástico de burbujas, arpillera o mantas viejas. Otra técnica eficaz es colocar la maceta dentro de una caja más grande y rellenar el espacio intermedio con material aislante como hojas secas, paja o virutas de madera. También puedes «enterrar» la maceta en un montón de compost o en una zanja en el jardín, utilizando la tierra como aislante natural.

Independientemente del método de protección que elijas, es crucial recordar que el drenaje sigue siendo primordial. Asegúrate de que las macetas no se queden en un lugar donde puedan acumular agua de la lluvia o del deshielo. Si están al aire libre, puedes inclinarlas ligeramente o colocarlas sobre «pies» de maceta para facilitar que el exceso de agua escape. En primavera, una vez que el peligro de heladas fuertes haya pasado, puedes desenvolver las macetas o moverlas de nuevo a su ubicación soleada para que comience el ciclo de crecimiento.

Consideraciones sobre la extracción y almacenamiento de bulbos

En climas extremadamente fríos, muy al norte de su rango de rusticidad recomendado, o en situaciones donde el suelo del jardín tiene un drenaje muy pobre que no se puede corregir fácilmente, algunos jardineros optan por desenterrar los bulbos de Allium aflatunense para almacenarlos en seco durante el invierno. Aunque no es una práctica necesaria en la mayoría de las condiciones, puede ser una solución viable en circunstancias excepcionales. Este proceso debe realizarse con cuidado para no dañar los bulbos y asegurar su viabilidad para la siguiente temporada.

El momento para desenterrar los bulbos es a finales del verano o principios del otoño, después de que el follaje se haya secado por completo y la planta haya estado en latencia durante varias semanas. Utiliza una horquilla de jardín para levantar cuidadosamente los bulbos del suelo, teniendo cuidado de no perforarlos. Sacude suavemente el exceso de tierra, pero no los laves, ya que la humedad puede promover la aparición de moho durante el almacenamiento. Si vas a dividir los bulbos, este es el momento de hacerlo, separando los bulbillos del bulbo madre.

Una vez desenterrados, es necesario curar los bulbos. Extiéndelos en una sola capa sobre una bandeja o una rejilla en un lugar cálido, seco y bien ventilado, lejos de la luz solar directa, durante una o dos semanas. Este proceso ayuda a que la capa exterior (túnica) se seque y se endurezca, lo que los protegerá de la deshidratación y las enfermedades durante el almacenamiento. Inspecciona los bulbos después del curado y descarta cualquiera que esté blando, dañado o muestre signos de enfermedad.

Para el almacenamiento, coloca los bulbos curados en bolsas de malla, cajas de cartón con agujeros de ventilación o bandejas llenas de un material seco como vermiculita, turba seca o serrín. Esto ayuda a mantener los bulbos separados y a absorber cualquier exceso de humedad. Almacénalos en un lugar fresco, oscuro y seco, como un sótano o un garaje, donde las temperaturas se mantengan por encima del punto de congelación pero por debajo de los 10°C. Revisa los bulbos periódicamente durante el invierno y retira cualquiera que muestre signos de pudrición para evitar que se propague a los demás. Vuelve a plantarlos en el jardín en la primavera siguiente, después de la última helada.

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