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La hibernación del gladiolo

Daria · 06.04.2025.

El proceso de hibernación del gladiolo, que implica la extracción y el almacenamiento adecuado de los cormos durante el invierno, es un paso crítico para garantizar la supervivencia y el éxito de estas plantas en la siguiente temporada, especialmente en regiones con climas fríos. Aunque pueda parecer una tarea laboriosa, dominar el arte de la hibernación te permitirá no solo proteger tu inversión en cormos, sino también propagar tus variedades favoritas y asegurar una floración espectacular año tras año. Un almacenamiento correcto preserva la energía vital del cormo y lo protege de las heladas, la pudrición y la deshidratación, preparándolo para un nuevo ciclo de crecimiento vigoroso en la primavera.

Los gladiolos son originarios de climas cálidos de África y el Mediterráneo, lo que significa que no están adaptados para sobrevivir a inviernos con temperaturas de congelación en el suelo. En zonas de rusticidad USDA 7 o inferiores, donde las temperaturas invernales caen por debajo de los -15°C, es absolutamente esencial desenterrar los cormos para su almacenamiento. Si se dejan en el suelo, las bajas temperaturas los dañarían irreversiblemente, convirtiéndolos en una masa blanda y podrida. Incluso en la zona 8, dejarlos en el suelo es arriesgado y a menudo resulta en pérdidas, por lo que la extracción sigue siendo la práctica más recomendada.

El momento adecuado para desenterrar los cormos es un factor clave para el éxito del almacenamiento. No debes apresurarte a sacarlos inmediatamente después de que la floración termine. La planta necesita un período de aproximadamente seis a ocho semanas con el follaje intacto para realizar la fotosíntesis y reponer las reservas de energía en el cormo. Este proceso es vital para la supervivencia del cormo durante el invierno y para el vigor de la planta en la siguiente temporada. La señal para comenzar la cosecha es cuando el follaje se ha vuelto amarillo o marrón de forma natural, o después de la primera helada ligera, que efectivamente pondrá fin al crecimiento de la temporada.

Una vez que ha llegado el momento, el proceso de extracción debe realizarse con cuidado para no dañar los cormos. Utiliza una horca de jardín o una pala, insertándola en el suelo a una distancia segura del tallo (unos 15-20 cm) para evitar perforar o cortar los cormos. Afloja la tierra alrededor de la planta y levanta suavemente todo el cepellón. Sacude con cuidado el exceso de tierra adherida a los cormos y las raíces. En este momento, verás el nuevo cormo grande que se ha formado en la parte superior, el viejo cormo marchito de la temporada anterior debajo, y a menudo un grupo de pequeños cormelos adheridos.

Después de desenterrarlos, el siguiente paso es la preparación inicial para el curado. Con unas tijeras de podar limpias, corta los tallos y el follaje, dejando solo un pequeño trozo de 2 a 5 centímetros unido al cormo. No laves los cormos en esta etapa, ya que la humedad puede propiciar el desarrollo de enfermedades fúngicas durante el almacenamiento. Si el clima es seco, puedes dejarlos al aire libre sobre el suelo durante un día o dos para que la tierra restante se seque y sea más fácil de quitar, pero no los dejes expuestos a la lluvia o a heladas fuertes.

El proceso de curado

El curado es posiblemente el paso más importante en la preparación de los cormos de gladiolo para un almacenamiento exitoso a largo plazo. Este proceso consiste en mantener los cormos en un ambiente cálido y seco durante un par de semanas para lograr dos objetivos principales: secar y endurecer la capa exterior protectora (la túnica) y permitir que cualquier pequeño corte o magulladura sufrida durante la extracción cicatrice y forme un callo. Una piel bien curada actúa como una barrera eficaz contra la deshidratación y la entrada de patógenos de la podredumbre durante los largos meses de almacenamiento.

Para curar los cormos, extiéndelos en una sola capa sobre bandejas, rejillas de alambre o periódicos. Es importante que no se amontonen para permitir una buena circulación de aire alrededor de cada cormo. Coloca estas bandejas en un lugar cálido, seco y bien ventilado, como un porche cubierto, un garaje o un sótano con buena ventilación. La temperatura ideal para el curado se sitúa entre 20 y 27 grados Celsius. Deja los cormos en estas condiciones durante un período de una a tres semanas.

Sabrás que el proceso de curado está completo cuando el viejo cormo marchito en la base se separe fácilmente del nuevo cormo. Además, los pequeños cormelos también se desprenderán con facilidad. La piel del nuevo cormo se sentirá seca y firme al tacto. Este es el momento de realizar la limpieza final antes del almacenamiento. Retira y descarta el viejo cormo, ya que no tiene valor y puede albergar enfermedades. Separa los cormelos si deseas guardarlos para propagación. Limpia suavemente cualquier resto de tierra seca con un cepillo suave o con las manos.

Durante esta limpieza final, aprovecha para hacer una inspección minuciosa de cada cormo. Este es tu último control de calidad antes de guardarlos. Descarta sin dudarlo cualquier cormo que muestre signos de enfermedad, como manchas oscuras, zonas blandas, moho o podredumbre. Almacenar un cormo enfermo no solo es inútil, sino que puede poner en riesgo todo tu lote, ya que la enfermedad puede propagarse a los cormos sanos durante el almacenamiento. Ser riguroso en esta etapa te ahorrará muchas decepciones en la primavera.

Las condiciones óptimas de almacenamiento

Una vez que los cormos están limpios, secos y curados, es hora de guardarlos para el invierno. El objetivo es encontrar un lugar que cumpla con tres condiciones clave: que sea fresco, oscuro y seco. Un entorno con estas características mantendrá los cormos en un estado de latencia completa, evitando que broten prematuramente o que se pudran por el exceso de humedad. Las temperaturas de almacenamiento ideales para los gladiolos se encuentran en un rango de 2 a 10 grados Celsius. Es absolutamente crucial que la temperatura nunca baje del punto de congelación.

Algunos lugares excelentes para almacenar los cormos de gladiolo incluyen sótanos sin calefacción, garajes aislados, bodegas o incluso un rincón fresco de un armario si vives en un apartamento. Un refrigerador también puede funcionar, pero evita almacenar los cormos cerca de frutas como las manzanas, que liberan gas etileno, un agente que puede dañar los cormos o inducir una brotación anormal. La oscuridad es importante para evitar que los cormos reciban señales de que es hora de empezar a crecer.

El recipiente de almacenamiento también es importante. Debe permitir una cierta circulación de aire para evitar la acumulación de humedad. Las bolsas de malla, como las que se usan para las cebollas o las naranjas, son una opción excelente. También puedes usar cajas de cartón con agujeros perforados, cajas de madera o bandejas poco profundas. Evita los recipientes de plástico sellados, ya que atrapan la humedad y casi con seguridad provocarán la aparición de moho y podredumbre. Etiquetar claramente cada bolsa o caja con el nombre de la variedad y el color es una práctica muy recomendable que te facilitará la vida al planificar tu jardín en primavera.

Para una protección adicional, especialmente si la humedad ambiental es un poco alta, puedes colocar los cormos en un medio de almacenamiento suelto y absorbente. La turba seca, la vermiculita, la arena o incluso el serrín son buenas opciones. Coloca una capa del material en el fondo del recipiente, coloca los cormos sin que se toquen entre sí, y luego cúbrelos con más material. Esto no solo ayuda a regular la humedad, sino que también proporciona un aislamiento adicional contra las fluctuaciones de temperatura y evita que cualquier posible enfermedad se propague fácilmente de un cormo a otro.

La inspección durante el invierno y la preparación para la primavera

El almacenamiento de los cormos no es un proceso de «guardar y olvidar». Es una buena práctica revisar tus cormos almacenados al menos una vez al mes durante todo el invierno. Esta inspección periódica te permite detectar cualquier problema a tiempo, antes de que se extienda. Busca signos de moho, podredumbre o deshidratación. Si encuentras un cormo que se ha echado a perder, retíralo y deséchalo inmediatamente para proteger el resto del lote.

Si notas que los cormos se están arrugando y parecen demasiado secos, puede ser que la humedad del lugar de almacenamiento sea demasiado baja. En este caso, puedes rociar muy ligeramente el medio de almacenamiento (la turba o vermiculita) con un poco de agua para reintroducir una mínima cantidad de humedad. Por el contrario, si observas la aparición de moho superficial, es probable que el ambiente sea demasiado húmedo o la ventilación insuficiente. A menudo, puedes limpiar el moho de los cormos, dejarlos secar al aire durante un día y volver a guardarlos en un material de embalaje fresco y seco, asegurándote de mejorar la ventilación.

A medida que el invierno llega a su fin y se acerca la primavera, puedes comenzar a preparar los cormos para la plantación. Aproximadamente de cuatro a seis semanas antes de la fecha prevista para plantar al aire libre, puedes trasladar los cormos a un lugar ligeramente más cálido y con luz indirecta para «despertarlos» de su latencia. Este paso no es estrictamente necesario, pero puede darles una ventaja inicial y acelerar ligeramente el tiempo hasta la floración.

Este es también el momento de realizar cualquier división de cormos grandes que desees hacer para propagarlos. Utiliza un cuchillo limpio y afilado para dividir los cormos, asegurándote de que cada sección tenga al menos una yema de crecimiento. Trata las superficies cortadas con fungicida en polvo y déjalas secar durante un par de días antes de plantar. Un almacenamiento invernal cuidadoso y diligente es la recompensa final a una temporada de cultivo exitosa y el puente que conecta la belleza del jardín del año pasado con las promesas del que está por venir.

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