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Enfermedades y plagas de la cala blanca

Linden · 28.05.2025.

Aunque la cala blanca es una planta relativamente resistente, no es inmune a los ataques de ciertas plagas y al desarrollo de enfermedades, especialmente cuando no se cultiva en las condiciones ópticas. La prevención, basada en buenos hábitos de cultivo y una observación atenta, es siempre la mejor estrategia para mantener a tu planta sana y vigorosa. Sin embargo, es importante saber reconocer los signos de problemas comunes para poder actuar de manera rápida y eficaz. En esta guía, exploraremos las enfermedades y plagas más frecuentes que pueden afectar a tu cala, así como las soluciones para combatirlas y proteger la belleza de tu planta.

Enfermedades fúngicas: la amenaza de la humedad

Dada su preferencia por los ambientes húmedos, no es sorprendente que la cala blanca sea susceptible a diversas enfermedades causadas por hongos. La más devastadora de todas es la pudrición del rizoma y de la raíz, generalmente causada por hongos como Pythium, Phytophthora o Rhizoctonia. Esta enfermedad se desarrolla en sustratos mal drenados y excesivamente regados, donde la falta de oxígeno crea las condiciones perfectas para que los patógenos prosperen. Los síntomas incluyen un amarillamiento y marchitamiento general de las hojas, un crecimiento detenido y una base del tallo blanda y oscura.

Para prevenir la pudrición de la raíz, el drenaje es la palabra clave. Utiliza siempre un sustrato poroso y macetas con suficientes agujeros de drenaje. Evita el riego excesivo, especialmente durante el período de dormancia, y nunca dejes que la maceta permanezca en un plato con agua estancada. Si sospechas de esta enfermedad, debes actuar de inmediato: saca la planta de la maceta, elimina todo el sustrato, corta las partes podridas del rizoma y las raíces con una herramienta esterilizada y trasplanta en un sustrato nuevo y fresco. Un tratamiento con un fungicida específico puede ser necesario en casos graves.

Otra enfermedad fúngica común es el oídio, que aparece como un polvo blanco o grisáceo en la superficie de las hojas y tallos. Aunque no suele ser letal, debilita a la planta al interferir con la fotosíntesis. El oídio prospera en condiciones de alta humedad ambiental combinada con una mala circulación de aire. Para prevenirlo, asegúrate de que haya suficiente espacio entre tus plantas para permitir que el aire fluya libremente y riega por la mañana en la base de la planta para evitar mojar el follaje.

Si el oídio ya ha aparecido, puedes tratarlo eliminando las hojas más afectadas y aplicando un fungicida. Existen opciones orgánicas efectivas, como el aceite de neem o el bicarbonato de potasio mezclado con agua y un poco de jabón. Es importante aplicar estos tratamientos en toda la planta, incluyendo el envés de las hojas, y repetir la aplicación según las instrucciones del producto para romper el ciclo de vida del hongo. Una buena ventilación sigue siendo la mejor medida preventiva.

Plagas comunes: pequeños invasores

Las calas también pueden ser el objetivo de varias plagas chupadoras de savia que, si no se controlan, pueden debilitar la planta y transmitir enfermedades. Los pulgones son una de las plagas más comunes. Estos pequeños insectos, generalmente de color verde, negro o amarillo, tienden a agruparse en los brotes nuevos y tiernos y en el envés de las hojas, chupando la savia y causando deformaciones en el crecimiento. Además, excretan una sustancia pegajosa llamada melaza que puede atraer a otros insectos y favorecer el crecimiento de un hongo negro conocido como negrilla.

Para controlar los pulgones, una primera medida puede ser un chorro de agua fuerte para desalojarlos de la planta. Si la infestación persiste, el jabón potásico o el aceite de neem son tratamientos muy efectivos y respetuosos con el medio ambiente. Estos productos actúan por contacto, por lo que es crucial rociar bien toda la planta, prestando especial atención a los lugares donde se esconden los insectos. La introducción de depredadores naturales como las mariquitas también puede ser una solución biológica en jardines exteriores.

La araña roja es otra plaga problemática, especialmente en ambientes interiores secos y cálidos. Estos ácaros son diminutos y difíciles de ver a simple vista, pero su presencia se delata por la aparición de finas telarañas en la planta y un punteado amarillento en las hojas, que acaban por secarse y caer. A la araña roja no le gusta la humedad, por lo que aumentar la humedad ambiental alrededor de tu cala es una excelente medida preventiva. Pulverizar las hojas con agua regularmente puede ayudar a mantener a raya a estos ácaros.

Si ya tienes una infestación de araña roja, el tratamiento es similar al de los pulgones. El jabón potásico y el aceite de neem son eficaces, pero es posible que necesites varias aplicaciones para eliminar tanto a los adultos como a los huevos. Asegúrate de aislar la planta afectada de otras para evitar que la plaga se propague. Una buena higiene y una revisión periódica de tus plantas te permitirán detectar estos problemas a tiempo.

Problemas bacterianos: menos comunes pero serios

Aunque menos frecuentes que las enfermedades fúngicas, las infecciones bacterianas también pueden afectar a la cala blanca. Una de las más serias es la pudrición blanda bacteriana, causada por la bacteria Erwinia carotovora. Esta enfermedad provoca que los tejidos del rizoma y la base de los tallos se descompongan en una masa acuosa y maloliente. La infección suele entrar a través de heridas en la planta, por lo que es fundamental utilizar herramientas limpias al dividir los rizomas o al cortar hojas y flores.

La prevención es la única estrategia eficaz contra la pudrición blanda bacteriana, ya que no existen tratamientos químicos efectivos una vez que la infección está establecida. Asegúrate de comprar rizomas sanos y certificados, evita causar heridas a la planta y mantén unas condiciones de cultivo óptimas, especialmente un buen drenaje. Si una planta se infecta, lo más seguro es desecharla por completo, junto con el sustrato, para evitar que la bacteria se propague a otras plantas sanas.

Otra señal de posibles problemas bacterianos puede ser la aparición de manchas foliares. Estas manchas suelen ser de aspecto acuoso al principio, para luego volverse marrones o negras, a menudo con un halo amarillo a su alrededor. Para controlar la propagación de las manchas foliares bacterianas, es crucial evitar el riego por aspersión que moja las hojas, ya que el agua es el principal vehículo de dispersión de las bacterias. Retira y destruye las hojas afectadas tan pronto como las veas.

Una buena circulación de aire es vital para prevenir tanto enfermedades fúngicas como bacterianas. Al espaciar adecuadamente las plantas, permites que el follaje se seque rápidamente después del riego o de la lluvia, lo que crea un ambiente menos hospitalario para los patógenos. Un manejo cuidadoso y unas prácticas de cultivo higiénicas son tus mejores aliados para mantener a raya las enfermedades bacterianas.

Estrategias de prevención integrada

La mejor manera de lidiar con plagas y enfermedades es evitar que aparezcan en primer lugar. La prevención integrada comienza con la elección de un material vegetal sano. Compra siempre rizomas de proveedores de confianza que estén libres de enfermedades. Antes de plantar, inspecciónalos en busca de cualquier signo de pudrición o daño. Una planta que empieza fuerte tiene muchas más posibilidades de mantenerse saludable.

Un entorno de cultivo adecuado es la segunda línea de defensa. Proporciona a tu cala el sustrato, la luz, el agua y los nutrientes que necesita. Una planta sana y vigorosa es mucho menos atractiva para las plagas y tiene una mayor capacidad para defenderse de las enfermedades. El estrés, ya sea por falta de agua, exceso de sol o nutrición inadecuada, debilita las defensas naturales de la planta y la convierte en un blanco fácil.

La inspección regular es una práctica fundamental. Dedica unos minutos cada semana a observar de cerca tus plantas. Revisa el haz y el envés de las hojas, los tallos y la superficie del sustrato. La detección temprana de un problema te permite tomar medidas antes de que se convierta en una infestación o una infección grave. Aislar una nueva planta durante unas semanas antes de introducirla en tu colección también es una buena práctica para evitar la importación de plagas no deseadas.

Fomenta un ecosistema equilibrado en tu jardín. La presencia de insectos beneficiosos, como mariquitas, crisopas y avispas parásitas, puede mantener a raya las poblaciones de plagas de forma natural. Puedes atraer a estos aliados plantando una diversidad de flores que les proporcionen néctar y polen. Evita el uso de pesticidas de amplio espectro que puedan dañar a estos insectos beneficiosos, optando siempre que sea posible por soluciones más específicas y respetuosas con el medio ambiente.

Tratamientos y soluciones caseras

Cuando los problemas aparecen, no siempre es necesario recurrir a productos químicos agresivos. Existen muchas soluciones efectivas que puedes preparar en casa o que son de origen natural. El jabón potásico, por ejemplo, es un insecticida de contacto que es muy eficaz contra insectos de cuerpo blando como pulgones, cochinillas y arañas rojas, y tiene un bajo impacto en los insectos beneficiosos y en el medio ambiente. Es importante diluirlo correctamente en agua y aplicarlo a fondo.

El aceite de neem, extraído de las semillas del árbol de neem, es un producto versátil que actúa como insecticida, fungicida y acaricida. Interfiere con el sistema hormonal de los insectos, impidiendo que se alimenten y se reproduzcan. También es eficaz para prevenir y controlar enfermedades fúngicas como el oídio. Al igual que el jabón, debe aplicarse cubriendo bien toda la planta y se recomienda no hacerlo bajo el sol directo para evitar quemaduras en las hojas.

Una simple infusión de ajo o de guindilla puede actuar como un repelente natural para muchas plagas. Para prepararla, machaca varios dientes de ajo o guindillas, déjalos en remojo en agua durante la noche, cuela la mezcla y pulverízala sobre las plantas. Aunque su efecto no es tan duradero como el de los productos comerciales, las aplicaciones regulares pueden ayudar a disuadir a los insectos de instalarse en tus calas.

Para problemas fúngicos, una solución de bicarbonato de sodio o de potasio puede ser útil. Mezcla una cucharadita de bicarbonato y unas gotas de jabón líquido en un litro de agua. El jabón ayuda a que la solución se adhiera a las hojas. Esta mezcla altera el pH de la superficie de la hoja, creando un ambiente inhóspito para el desarrollo de hongos como el oídio. La prevención y el uso de remedios suaves y específicos siempre deben ser tu primera opción.

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