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El cuidado del tupinambo

Daria · 27.02.2025.

El tupinambo, también conocido como alcachofa de Jerusalén, es una planta perenne robusta y de crecimiento vigoroso que, a pesar de su resistencia, requiere ciertos cuidados para optimizar su desarrollo y la producción de tubérculos. Un manejo adecuado no solo garantiza una cosecha abundante, sino que también previene la propagación incontrolada de la planta, que puede volverse invasiva si no se gestiona correctamente. Este cuidado abarca desde la preparación del suelo hasta el manejo de la planta durante su ciclo de crecimiento activo. Es fundamental comprender que, aunque tolera una amplia gama de condiciones, las prácticas de cultivo bien aplicadas marcan la diferencia entre una cosecha mediocre y una excelente.

La selección del lugar de cultivo es el primer paso crucial en el cuidado del tupinambo. Esta planta prospera en lugares con exposición a pleno sol, ya que la luz solar directa es esencial para la fotosíntesis y el desarrollo de sus altos tallos y, consecuentemente, de sus tubérculos. Un suelo bien drenado es igualmente importante para evitar el encharcamiento, que puede provocar la pudrición de los tubérculos y el desarrollo de enfermedades fúngicas. Aunque se adapta a diversos tipos de suelo, prefiere los suelos francos y ligeramente ácidos, con un pH comprendido entre 6.0 y 7.5. Antes de la plantación, es recomendable labrar la tierra a una profundidad considerable para facilitar el crecimiento de las raíces y los tubérculos.

El control de las malas hierbas es una tarea fundamental durante las primeras etapas de crecimiento del tupinambo. Las plantas jóvenes pueden ser fácilmente superadas por la competencia de malezas más agresivas, lo que resulta en un desarrollo deficiente y una menor producción. Una vez que las plantas alcanzan una altura considerable, su denso follaje sombrea el suelo, inhibiendo de forma natural el crecimiento de la mayoría de las malas hierbas. Durante la fase inicial, el deshierbe manual o el uso de un acolchado orgánico, como paja o compost, puede ser muy efectivo para mantener el área de cultivo limpia y conservar la humedad del suelo.

A medida que las plantas crecen, pueden alcanzar alturas de hasta tres metros, lo que las hace susceptibles a ser derribadas por vientos fuertes, un fenómeno conocido como encamado. Para prevenir esto, especialmente en áreas ventosas o si se busca un jardín más ordenado, es aconsejable proporcionar algún tipo de soporte. Se pueden utilizar estacas individuales para cada planta o un sistema de entutorado con postes y alambres a lo largo de las hileras. Alternativamente, se puede realizar una poda de altura a mediados del verano, recortando los tallos a aproximadamente un metro y medio, lo que reduce su perfil de viento sin afectar significativamente la producción de tubérculos.

La gestión del suelo y el espacio

El tupinambo es una planta que tiende a expandirse vigorosamente año tras año, gracias a los tubérculos que inevitablemente quedan en el suelo tras la cosecha. Para evitar que se convierta en un problema invasivo y se extienda a otras áreas del jardín, es crucial implementar barreras físicas subterráneas. Estas barreras, que pueden ser de plástico rígido, metal o madera, deben enterrarse a una profundidad de al menos 30-40 centímetros alrededor del área de cultivo designada. Esta simple medida de contención mantendrá la plantación bajo control y facilitará su manejo en las temporadas futuras.

La rotación de cultivos, aunque no es estrictamente necesaria debido a la resistencia del tupinambo, es una práctica agrícola beneficiosa. Cultivar tupinambo en la misma parcela durante muchos años consecutivos puede llevar al agotamiento de nutrientes específicos del suelo y a la acumulación de patógenos. Se recomienda rotar el cultivo cada tres o cuatro años, alternándolo con leguminosas para fijar nitrógeno, como los guisantes o las habas, o con otras hortalizas de raíz que tengan diferentes requerimientos nutricionales. Esta práctica contribuye a mantener la salud y la fertilidad del suelo a largo plazo.

Mantener la estructura del suelo es vital para el desarrollo de los tubérculos. La compactación del suelo puede dificultar su crecimiento, dando como resultado tubérculos más pequeños y deformes. Evita pisar la zona de cultivo tanto como sea posible, especialmente cuando el suelo está húmedo. La adición regular de materia orgánica, como compost o estiércol bien descompuesto, no solo aporta nutrientes, sino que también mejora la aireación y la estructura del suelo, creando un medio ideal para la expansión de los tubérculos y la actividad microbiana beneficiosa.

Después de la cosecha, es importante preparar adecuadamente la parcela para la siguiente temporada. Retira todos los restos de tallos y hojas para reducir la probabilidad de que las plagas y enfermedades invernen en el material vegetal. Si se decide dejar algunos tubérculos en el suelo para la cosecha del año siguiente, es un buen momento para enmendar la tierra con una capa de compost. Esto protegerá el suelo durante el invierno y proporcionará una fuente de nutrientes de liberación lenta para el cultivo de la primavera siguiente.

El ciclo de floración y su manejo

La floración del tupinambo ocurre generalmente a finales del verano o principios del otoño, produciendo flores amarillas brillantes similares a las de los girasoles pequeños, con los que está emparentado. Aunque estas flores son estéticamente agradables y atraen a los polinizadores, su desarrollo consume una cantidad significativa de energía de la planta. Esta energía podría ser redirigida hacia el crecimiento de los tubérculos, que es el objetivo principal de la mayoría de los cultivadores. Por lo tanto, existe un debate sobre la conveniencia de eliminar las flores.

Para maximizar el tamaño de los tubérculos, muchos agricultores optan por cortar los tallos florales tan pronto como aparecen. Esta práctica, conocida como «despunte» o «descabezado», redirige los recursos de la planta desde la producción de flores y semillas hacia el almacenamiento de energía en los tubérculos subterráneos. Se ha observado que esta técnica puede aumentar el rendimiento de la cosecha final. Si decides hacerlo, utiliza tijeras de podar limpias y afiladas para cortar los tallos justo por encima de un par de hojas, minimizando el daño a la planta.

Por otro lado, dejar que las plantas florezcan tiene sus propias ventajas. Las flores son una fuente valiosa de néctar y polen para las abejas y otros insectos beneficiosos al final de la temporada, cuando otras fuentes de alimento pueden ser escasas. Contribuyen así a la biodiversidad del jardín y al apoyo de las poblaciones de polinizadores locales. Si el objetivo no es la producción comercial a gran escala, permitir la floración puede ser una elección que equilibre la producción de alimentos con los beneficios ecológicos.

Independientemente de si se decide eliminar las flores o no, es importante saber que la formación de tubérculos está más influenciada por el fotoperiodo (la duración del día) que por la floración en sí. El engrosamiento de los tubérculos se acelera a medida que los días se acortan en otoño. Por lo tanto, la cosecha debe planificarse para después de las primeras heladas, que mejoran el sabor de los tubérculos al convertir los carbohidratos complejos en azúcares más simples, pero antes de que el suelo se congele por completo.

La cosecha y el almacenamiento

El momento óptimo para la cosecha del tupinambo es un factor clave que influye en la calidad y el sabor de los tubérculos. Generalmente, se recomienda esperar hasta después de la primera o segunda helada del otoño. Las bajas temperaturas desencadenan un proceso en la planta que convierte el almidón almacenado en inulina, un tipo de fibra soluble que le da a los tubérculos su característico sabor dulce y anuezado. Cosechar demasiado pronto puede resultar en tubérculos con un sabor más insípido y una textura menos agradable.

Para cosechar, primero corta los tallos a unos 10-15 centímetros del suelo. Esto facilita el acceso a la base de la planta y reduce la cantidad de material vegetal con el que hay que lidiar. Utiliza una horca de cavar o una pala para aflojar cuidadosamente la tierra alrededor de la base de cada planta, trabajando a una distancia prudencial para no dañar los tubérculos. Una vez que la tierra esté suelta, levanta la masa de raíces y tubérculos y sacúdela suavemente para desprender el exceso de tierra.

A diferencia de las patatas, los tubérculos de tupinambo tienen una piel muy fina y delicada que se daña con facilidad y no los protege de la deshidratación. Por esta razón, no se deben dejar secar al sol. Después de la cosecha, es mejor no lavarlos hasta el momento de su uso, ya que la tierra adherida ayuda a mantener la humedad y a proteger la piel. Simplemente retira los trozos grandes de tierra con las manos o un cepillo suave y estarán listos para ser almacenados.

El almacenamiento adecuado es esencial para conservar los tupinambos durante el invierno. La mejor opción es dejarlos en el suelo y cosecharlos según sea necesario, siempre que el suelo no se congele sólidamente en tu clima. Si esto no es posible, se pueden almacenar en un sótano fresco y húmedo, enterrados en arena húmeda o turba, o en el cajón de las verduras del refrigerador dentro de una bolsa de plástico perforada para mantener una alta humedad. En condiciones óptimas, pueden conservarse durante varios meses.

El control de su propagación

Uno de los mayores desafíos en el cuidado del tupinambo es gestionar su naturaleza expansiva. Cualquier tubérculo o fragmento de tubérculo que quede en el suelo después de la cosecha tiene el potencial de brotar y convertirse en una nueva planta la primavera siguiente. Por ello, una cosecha minuciosa es la primera línea de defensa. Tómate el tiempo necesario para revisar el suelo cuidadosamente y extraer tantos tubérculos como sea posible, incluso los más pequeños. Este esfuerzo reducirá significativamente la cantidad de plantas voluntarias en la siguiente temporada.

A pesar de una cosecha cuidadosa, es casi inevitable que algunos tubérculos escapen a la recolección. Por lo tanto, es crucial vigilar la parcela en la primavera. Tan pronto como aparezcan los nuevos brotes en lugares no deseados, deben ser eliminados. Puedes arrancarlos a mano si el suelo está húmedo o usar una azada para cortarlos por debajo de la superficie. La eliminación temprana y constante de estos brotes voluntarios evitará que establezcan un sistema de raíces fuerte y formen nuevos tubérculos.

La estrategia de contención mediante barreras subterráneas, mencionada anteriormente, es el método más proactivo y eficaz para controlar la propagación a largo plazo. Al delimitar físicamente el área de cultivo, se evita que los rizomas se extiendan horizontalmente hacia otras partes del jardín. Es importante revisar periódicamente la integridad de estas barreras, ya que con el tiempo pueden dañarse o desplazarse, permitiendo que la planta se escape. Un mantenimiento adecuado de las barreras garantiza un control efectivo durante muchos años.

Otra técnica para gestionar un macizo de tupinambo establecido es tratarlo como un cultivo perenne y cosecharlo de forma selectiva. En lugar de intentar eliminar todos los tubérculos cada año, se puede cosechar aproximadamente dos tercios de la parcela, dejando el resto para que vuelva a crecer. Cada año, se rota la sección que se deja sin cosechar. Este método crea un sistema sostenible que proporciona una cosecha anual sin la necesidad de replantar, al tiempo que mantiene la población de plantas dentro de unos límites definidos y manejables.

Cuidados estacionales específicos

Durante la primavera, el cuidado se centra en facilitar un buen comienzo para las nuevas plantas. Una vez que los brotes emergen y alcanzan unos 15-20 centímetros de altura, es un buen momento para realizar un aclareo. Si las plantas están demasiado juntas, competirán entre sí por la luz, el agua y los nutrientes, lo que resultará en tallos más delgados y tubérculos más pequeños. Aclara los brotes para dejar una distancia de unos 30-40 centímetros entre cada planta, seleccionando los tallos más fuertes y saludables.

En verano, el principal requisito de cuidado es asegurar un suministro de agua adecuado, especialmente durante los períodos secos y calurosos. Aunque el tupinambo es tolerante a la sequía, la falta de agua durante la fase de crecimiento activo puede reducir el rendimiento final. Además, es la época en la que las plantas alcanzan su máxima altura, por lo que es el momento de instalar soportes si es necesario para prevenir daños por el viento. Vigila la aparición de plagas como los pulgones en los brotes tiernos.

El otoño es la temporada de la cosecha, pero también de la preparación para el invierno. Después de que las heladas hayan «endulzado» los tubérculos, comienza la recolección. Si planeas dejar los tubérculos en el suelo durante el invierno, considera aplicar una capa gruesa de acolchado (mulch), como paja u hojas secas, sobre la parcela después de cortar los tallos. Este acolchado aislará el suelo, protegiendo los tubérculos de las heladas más severas y facilitando la cosecha durante los deshielos invernales.

Durante el invierno, el cuidado es mínimo, especialmente si los tubérculos se han dejado en el suelo. La principal tarea es continuar cosechando según sea necesario, siempre que el suelo no esté congelado. Si has almacenado los tubérculos en el interior, revisa periódicamente su estado para detectar cualquier signo de deterioro, como moho o deshidratación. Retira cualquier tubérculo dañado para evitar que afecte al resto. Este período de latencia es también un buen momento para planificar la rotación de cultivos para la próxima temporada.

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