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El cuidado del guisante de olor perenne

Daria · 19.03.2025.

El cuidado del guisante de olor perenne, conocido botánicamente como Lathyrus latifolius, es una tarea gratificante que recompensa al jardinero con una profusión de flores coloridas durante toda la temporada de crecimiento. A diferencia de su pariente anual, esta especie robusta y vigorosa regresa cada año, estableciéndose como un elemento permanente y fiable en el jardín. Comprender sus necesidades fundamentales de luz, suelo, agua y soporte es crucial para maximizar su potencial ornamental y asegurar su longevidad. Un manejo adecuado no solo garantiza una floración espectacular, sino que también previene problemas comunes, permitiendo que la planta desarrolle todo su esplendor natural como una trepadora incansable y de bajo mantenimiento.

La elección del emplazamiento ideal

La selección del lugar adecuado es el primer paso y uno de los más determinantes para el éxito a largo plazo del guisante de olor perenne. Esta planta prospera en una exposición a pleno sol, necesitando al menos seis a ocho horas de luz solar directa al día para producir una floración abundante y vigorosa. Un lugar demasiado sombrío resultará en un follaje más débil y una producción de flores significativamente reducida, además de hacer la planta más susceptible a enfermedades fúngicas. Por lo tanto, busca una pared orientada al sur o al oeste, una valla soleada o una pérgola donde pueda recibir la máxima insolación posible.

El suelo juega un papel igualmente crítico en la salud de la planta. El Lathyrus latifolius prefiere un sustrato profundo, fértil y, sobre todo, con un excelente drenaje. Los suelos arcillosos y pesados que retienen demasiada agua pueden provocar la pudrición de las raíces, una de las pocas debilidades de esta resistente planta. Si tu suelo es compacto, es imprescindible mejorarlo antes de la plantación, incorporando una cantidad generosa de materia orgánica como compost, estiércol bien descompuesto o mantillo de hojas. Esta enmienda no solo mejora la estructura y el drenaje, sino que también enriquece el suelo con nutrientes esenciales.

Además de la luz y el suelo, es importante considerar la circulación del aire. Un buen movimiento de aire alrededor de la planta ayuda a que el follaje se seque rápidamente después de la lluvia o el riego, lo cual es fundamental para prevenir la aparición de enfermedades como el oídio. Evita plantar en rincones estancados o demasiado protegidos donde el aire no pueda circular libremente entre los tallos y las hojas. Una ubicación abierta, pero protegida de los vientos más fuertes y desecantes, proporciona el equilibrio perfecto para un crecimiento saludable.

Finalmente, piensa en el futuro desarrollo de la planta. El guisante de olor perenne es una trepadora vigorosa que puede alcanzar alturas de dos a tres metros o más en una sola temporada. Asegúrate de que el lugar elegido disponga de espacio vertical suficiente y de un soporte adecuado desde el principio. Plantarla demasiado cerca de otras especies delicadas podría provocar que estas sean ahogadas por su crecimiento exuberante, por lo que es vital planificar su ubicación teniendo en cuenta su naturaleza expansiva y su necesidad de trepar.

El soporte y la guía del crecimiento

Proporcionar una estructura de soporte adecuada es indispensable para el guisante de olor perenne, ya que su naturaleza trepadora depende de ella para prosperar. Sin un soporte, los tallos se arrastrarán por el suelo, volviéndose vulnerables a plagas, enfermedades y daños físicos, y la planta nunca alcanzará su potencial estético. Puedes utilizar una amplia variedad de estructuras, como enrejados, mallas, pérgolas, arcos o incluso una simple red de alambre o cuerdas tensadas a lo largo de una valla o pared. Lo importante es que el soporte sea robusto y esté instalado firmemente antes o justo en el momento de la plantación para no dañar las raíces más adelante.

A medida que la planta comienza a crecer en primavera, es fundamental guiar los jóvenes tallos hacia la estructura de soporte. Aunque el Lathyrus latifolius desarrolla zarcillos con los que se agarra, en sus primeras etapas puede necesitar un poco de ayuda para encontrar el camino. Utiliza ataduras suaves, como tiras de tela, rafia o clips de jardinería, para fijar los tallos iniciales al soporte sin apretarlos demasiado. Esta guía temprana asegura que la planta crezca verticalmente desde el principio, creando una base fuerte y bien distribuida.

Una vez que la planta se ha establecido y ha comenzado a trepar por sí misma, el mantenimiento se reduce, pero sigue siendo importante una supervisión periódica. Observa el crecimiento y asegúrate de que se distribuye de manera uniforme por toda la estructura, evitando que todos los tallos se amontonen en una sola área. Si es necesario, puedes redirigir suavemente algunos tallos para cubrir huecos y crear una pantalla de follaje y flores más densa y atractiva. Este pequeño esfuerzo contribuye enormemente al aspecto general de la planta.

Es crucial que el material del soporte sea duradero y capaz de aguantar el peso de la planta en su máximo desarrollo, especialmente cuando está cargada de flores y mojada por la lluvia. Las estructuras de madera, metal o plástico resistente son opciones excelentes. Evita materiales endebles que puedan ceder o romperse a mitad de temporada, lo que causaría un daño significativo a la planta. Un soporte bien elegido y correctamente instalado no solo es funcional, sino que también puede convertirse en un elemento decorativo por sí mismo en el jardín.

La importancia de la eliminación de flores marchitas

La práctica de eliminar las flores marchitas, conocida como «deadheading», es una de las tareas de mantenimiento más importantes para prolongar la floración del guisante de olor perenne. Cuando una flor se marchita y se deja en la planta, su energía se destina a la producción de semillas en lugar de a la creación de nuevas flores. Al cortar regularmente las flores pasadas, engañas a la planta para que siga produciendo más capullos en un intento continuo de reproducirse. Este simple gesto puede extender el periodo de floración desde principios de verano hasta bien entrado el otoño.

Para realizar esta tarea correctamente, inspecciona la planta cada pocos días y corta los tallos de las flores marchitas justo por encima de un par de hojas. Utiliza tijeras de podar limpias y afiladas o simplemente pellízcalas con los dedos si los tallos son lo suficientemente tiernos. Esta acción no solo estimula una mayor floración, sino que también mantiene la planta con un aspecto más limpio y ordenado, mejorando su valor ornamental general. Además, al evitar la formación de vainas de semillas, la planta conserva recursos energéticos vitales para el crecimiento vegetativo y la salud de las raíces.

Además de fomentar más flores, la eliminación de las flores pasadas previene la autosemilla no deseada. Aunque el Lathyrus latifolius no es considerado invasivo en la mayoría de las regiones, puede auto-sembrarse con bastante facilidad si se le permite desarrollar y soltar sus semillas. Si deseas mantener la planta contenida en su área designada y evitar que aparezcan plántulas por todo el jardín, el «deadheading» es una estrategia de control muy efectiva. De esta manera, mantienes el control sobre su propagación y la estética de tu diseño de jardín.

Si tu objetivo es recolectar flores para arreglos florales de interior, estarás realizando esta tarea de forma natural. Cortar las flores para jarrones tiene el mismo efecto beneficioso que eliminar las flores marchitas, ya que estimula a la planta a producir continuamente nuevos brotes florales. Cuantas más flores cortes para disfrutar en casa, más flores producirá la planta en el jardín, creando un ciclo virtuoso de belleza tanto en el interior como en el exterior.

El riego y la nutrición a lo largo de la temporada

El guisante de olor perenne, una vez establecido, es una planta relativamente tolerante a la sequía gracias a su profundo sistema radicular. Sin embargo, para obtener el mejor rendimiento y una floración continua y exuberante, es fundamental proporcionarle una humedad constante, especialmente durante los periodos secos y calurosos del verano. Riega la planta profundamente una o dos veces por semana, permitiendo que el suelo se seque ligeramente entre riegos. Es preferible un riego profundo y poco frecuente a riegos superficiales y diarios, ya que esto fomenta que las raíces crezcan hacia abajo en busca de agua, haciendo a la planta más resistente.

La mejor manera de regar es aplicar el agua directamente en la base de la planta, evitando mojar el follaje en la medida de lo posible. La humedad en las hojas, especialmente durante la noche, puede favorecer el desarrollo de enfermedades fúngicas como el oídio. Utilizar una manguera de remojo o un sistema de riego por goteo es una solución ideal, ya que suministra el agua de manera eficiente directamente a la zona de las raíces. Si riegas con una regadera o manguera, hazlo por la mañana para que cualquier salpicadura en las hojas tenga tiempo de secarse durante el día.

En cuanto a la nutrición, el Lathyrus latifolius no es una planta excesivamente exigente. Como miembro de la familia de las leguminosas, tiene la capacidad de fijar nitrógeno atmosférico en el suelo a través de bacterias simbióticas en sus raíces. Por esta razón, se debe evitar el uso de fertilizantes con un alto contenido de nitrógeno, ya que esto estimularía un crecimiento excesivo de follaje en detrimento de la producción de flores. Un exceso de hojas densas también puede reducir la circulación de aire y aumentar el riesgo de enfermedades.

La estrategia de fertilización más efectiva comienza con una buena preparación del suelo. Incorporar compost o estiércol bien descompuesto en el momento de la plantación suele ser suficiente para la primera temporada. En los años siguientes, una aplicación anual de un fertilizante equilibrado, rico en potasio y fósforo (elementos que promueven la floración y el desarrollo de las raíces), a principios de la primavera, será beneficiosa. Un fertilizante para rosales o tomates, que suele tener una proporción de N-P-K adecuada, funciona muy bien. Aplícalo siguiendo las instrucciones del fabricante para evitar la sobrefertilización.

La preparación para el invierno

A medida que el otoño avanza y las temperaturas comienzan a descender, el guisante de olor perenne completará su ciclo de crecimiento anual y se preparará para el periodo de latencia invernal. El follaje comenzará a amarillear y a marchitarse de forma natural después de las primeras heladas fuertes. En este punto, es el momento de realizar la poda de final de temporada. Utilizando tijeras de podar limpias, corta todos los tallos aéreos hasta dejarlos a unos 5-10 centímetros del nivel del suelo. Esta limpieza es importante para eliminar cualquier posible foco de enfermedades o plagas que pudieran invernar en los restos vegetales.

La eliminación de los tallos muertos y el follaje viejo también mejora la estética del jardín durante el invierno y facilita la aparición de los nuevos brotes en la primavera siguiente. Al retirar todo el material vegetal cortado, reduces el hábitat potencial para babosas, caracoles y otros insectos no deseados que podrían dañar los tiernos brotes primaverales. Asegúrate de desechar este material en la pila de compost, siempre y cuando no muestre signos evidentes de enfermedad; de lo contrario, es mejor tirarlo a la basura.

En la mayoría de las zonas de rusticidad donde el Lathyrus latifolius es perenne, no requiere una protección invernal especial, ya que su sistema radicular es muy resistente al frío. Sin embargo, en climas particularmente fríos o en inviernos donde se esperan heladas severas sin una capa de nieve aislante, aplicar una capa de mantillo protector puede ser una medida prudente. Una capa de 5 a 10 centímetros de paja, hojas secas trituradas o compost bien descompuesto sobre la corona de la planta ayudará a aislar las raíces de las fluctuaciones extremas de temperatura.

Este mantillo no solo protege del frío, sino que también previene el ciclo de congelación y descongelación del suelo, que puede dañar las raíces y empujar la corona de la planta fuera de la tierra. A medida que el mantillo se descompone lentamente durante el invierno, también aportará nutrientes valiosos al suelo, preparándolo para el vigoroso crecimiento de la primavera. Recuerda retirar suavemente parte del mantillo a principios de la primavera para permitir que el suelo se caliente y los nuevos brotes emerjan sin obstáculos.

Manejo de problemas comunes

A pesar de ser una planta generalmente robusta y resistente, el guisante de olor perenne puede enfrentarse a algunos problemas de plagas y enfermedades que requieren atención. Una de las afecciones más comunes es el oídio, un hongo que aparece como una capa de polvo blanco o grisáceo en las hojas, tallos y flores. Esta enfermedad prospera en condiciones de alta humedad y poca circulación de aire. Para prevenirlo, asegúrate de plantar en un lugar soleado y bien ventilado y evita mojar el follaje al regar. Si la infección aparece, puedes tratarla con fungicidas a base de azufre o aceite de neem, o retirar las partes más afectadas para evitar su propagación.

En cuanto a las plagas, los pulgones son visitantes ocasionales que tienden a congregarse en los brotes tiernos y los capullos florales. Estos pequeños insectos chupadores de savia pueden debilitar la planta y deformar el crecimiento si la infestación es severa. A menudo, un chorro fuerte de agua de la manguera es suficiente para desalojarlos. Para infestaciones más persistentes, el jabón insecticida o el aceite de neem son tratamientos efectivos y respetuosos con el medio ambiente. Fomentar la presencia de depredadores naturales como las mariquitas también ayuda a mantener las poblaciones de pulgones bajo control.

Las babosas y los caracoles pueden ser particularmente problemáticos durante la primavera, cuando se alimentan de los brotes jóvenes y tiernos que emergen del suelo. Pueden causar daños significativos en muy poco tiempo, llegando a destruir por completo las plántulas. Para combatirlos, puedes utilizar barreras físicas como ceniza, cáscaras de huevo trituradas o aros de cobre alrededor de la base de la planta. Las trampas de cerveza también son efectivas, al igual que los cebos específicos para babosas y caracoles, aunque se deben usar con precaución si hay mascotas o vida silvestre en el jardín.

Otro problema potencial, aunque menos común, es la pudrición de la raíz, que generalmente es causada por un exceso de riego o un suelo con mal drenaje. Los síntomas incluyen el amarillamiento y marchitamiento del follaje y un crecimiento raquítico. Desafortunadamente, una vez que la pudrición de la raíz está avanzada, es difícil de tratar. La prevención es la mejor estrategia: asegúrate de plantar en un suelo que drene bien y evita regar en exceso. Si sospechas de este problema, reduce el riego y mejora el drenaje del área si es posible para futuras plantaciones.

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