Cuando el esplendor del verano se desvanece y el otoño tiñe el jardín de tonos ocres, llega el momento de pensar en el futuro de nuestras queridas dalias. Originarias de los climas cálidos de México, sus tubérculos no están preparados para sobrevivir a las heladas intensas y al suelo congelado de los inviernos en climas más fríos. Por lo tanto, el proceso de desenterrar y almacenar los tubérculos durante el invierno, conocido como hibernación, es un paso crucial y necesario para preservar nuestras variedades favoritas y asegurar su regreso triunfal en la siguiente primavera. Este ritual de fin de temporada puede parecer una tarea ardua, pero con la técnica y los cuidados adecuados, es un proceso sencillo que garantiza la longevidad de tu colección de dalias. A continuación, te guiaremos a través de cada etapa del proceso de hibernación.
El primer paso para una hibernación exitosa es saber exactamente cuándo es el momento adecuado para desenterrar los tubérculos. La señal inequívoca la da la propia naturaleza: la primera helada fuerte del otoño. Esta primera helada matará el follaje de la planta, volviéndolo negro y marchito. Este evento es importante porque desencadena un proceso de endurecimiento en los tubérculos, preparándolos para el período de latencia. Es recomendable esperar entre una y dos semanas después de esta primera helada antes de desenterrar los tubérculos, permitiendo que la piel se endurezca y que los «ojos» de crecimiento para la próxima temporada se desarrollen completamente.
Una vez que el follaje ha sido dañado por la helada, es el momento de preparar la planta para la extracción. Con unas tijeras de podar afiladas, corta los tallos a una altura de unos 10 a 15 centímetros por encima del nivel del suelo. Estos trozos de tallo servirán como un «mango» útil para manejar el grupo de tubérculos al desenterrarlo y moverlo. Etiquetar cada planta en este punto es absolutamente esencial si cultivas múltiples variedades; ata una etiqueta resistente al agua al tallo con el nombre de la variedad para no confundirlas durante el almacenamiento.
El proceso de desenterrar los tubérculos requiere cuidado y paciencia para evitar dañarlos. Utiliza una horquilla de cavar o una pala, comenzando a cavar a una distancia prudencial del tallo, a unos 30 centímetros, para crear un círculo alrededor de la planta. Introduce la herramienta en el suelo y haz palanca suavemente para aflojar la tierra alrededor del grupo de tubérculos. Continúa trabajando alrededor de la planta hasta que sientas que el grupo de tubérculos está suelto y puedas levantarlo del suelo con cuidado, sujetándolo por la base de los tallos.
Después de extraer el grupo de tubérculos del suelo, el siguiente paso es la limpieza. Sacude suavemente el exceso de tierra. Puedes usar un cepillo suave o tus manos para quitar la tierra adherida, pero evita la tentación de lavarlos con un chorro fuerte de agua inmediatamente, especialmente si el clima es frío y húmedo. Un exceso de humedad en este punto puede favorecer la pudrición durante el almacenamiento. Si es necesario lavarlos, hazlo con cuidado y asegúrate de que se sequen completamente antes de guardarlos.
El proceso de curado
Una vez que los tubérculos están limpios, el siguiente paso crítico es el proceso de curado. Este paso es esencial para prolongar la vida de almacenamiento de los tubérculos y prevenir que se sequen o se pudran durante el invierno. El curado consiste en permitir que los tubérculos se sequen en un ambiente adecuado durante un período de tiempo para que su piel se endurezca y cualquier pequeña herida o corte sufrido durante la extracción pueda cicatrizar. Esta piel endurecida actúa como una barrera protectora contra la deshidratación y la entrada de patógenos.
Para curar los tubérculos, colócalos en un lugar protegido de la lluvia, las heladas y la luz solar directa. Un garaje, un cobertizo o un sótano bien ventilado son lugares ideales. Puedes colocarlos sobre una rejilla, papel de periódico o en cajas de cartón poco profundas. Es importante que el aire pueda circular a su alrededor. Algunos jardineros prefieren colocar los tubérculos boca abajo durante unos días para permitir que cualquier resto de humedad drene de los tallos huecos, lo cual es una excelente práctica para prevenir la pudrición que podría comenzar en la corona.
El período de curado puede durar desde unos pocos días hasta un par de semanas, dependiendo de las condiciones de temperatura y humedad. El objetivo no es deshidratar completamente los tubérculos hasta que se arruguen, sino simplemente secar su superficie exterior. Sabrás que están listos cuando la piel se sienta seca al tacto y la tierra restante se desprenda fácilmente. Durante este tiempo, es una buena oportunidad para inspeccionar cada grupo de tubérculos en busca de signos de enfermedad o daño.
Aprovecha el proceso de curado para realizar una selección rigurosa. Descarta cualquier tubérculo que esté blando, mohoso, visiblemente enfermo o que tenga el cuello dañado o roto. Es mejor ser selectivo en esta etapa que arriesgarse a que un tubérculo podrido arruine todo un lote durante el almacenamiento. Un curado adecuado y una inspección minuciosa sientan las bases para un almacenamiento invernal exitoso, asegurando que solo los tubérculos más sanos y fuertes pasen a la siguiente etapa.
El almacenamiento invernal
El almacenamiento adecuado de los tubérculos de dalia durante el invierno es el corazón del proceso de hibernación. El objetivo es mantener los tubérculos en un estado de latencia, vivos pero inactivos, hasta que llegue el momento de plantarlos de nuevo en primavera. Para lograrlo, se necesita un entorno que sea fresco, oscuro y que mantenga un nivel de humedad equilibrado, ni demasiado seco para que los tubérculos se arruguen y mueran, ni demasiado húmedo para que se pudran. El rango de temperatura ideal para el almacenamiento es de entre 4°C y 10°C. Un sótano sin calefacción, un garaje aislado o una bodega son a menudo los mejores lugares.
Existen varios métodos y materiales para almacenar los tubérculos, y la elección a menudo depende de la preferencia personal y de los materiales disponibles. Un método muy popular es guardarlos en cajas de cartón, cajas de plástico con ventilación o cajas de madera, rodeados de un material de embalaje que ayude a aislar y a regular la humedad. La vermiculita, la turba seca, el serrín o la viruta de madera (no de cedro) son opciones excelentes. Coloca una capa del material en el fondo de la caja, acomoda los tubérculos sin que se toquen entre sí y luego cúbrelos completamente con más material.
Otro método que funciona bien, especialmente si el ambiente de almacenamiento es un poco seco, es envolver individualmente cada tubérculo o grupo de tubérculos en papel de periódico o meterlos en bolsas de papel. Luego, estas unidades envueltas se colocan en cajas. El papel ayuda a retener la cantidad justa de humedad dentro del tubérculo mientras lo protege de las fluctuaciones externas. Algunos jardineros incluso utilizan bolsas de plástico perforadas llenas de turba o vermiculita, lo que crea un microclima húmedo pero transpirable.
Independientemente del método que elijas, es fundamental etiquetar claramente cada caja o bolsa con el nombre de la variedad de dalia que contiene. No confíes en tu memoria; después de varios meses de almacenamiento, será imposible recordar qué es qué. Una buena etiqueta te ahorrará muchas conjeturas y frustraciones en la primavera. Una vez almacenados, el trabajo no ha terminado del todo; es importante revisar los tubérculos periódicamente durante el invierno.
La inspección periódica
El almacenamiento invernal de los tubérculos de dalia no es un proceso de «guardar y olvidar». Es crucial realizar inspecciones periódicas, al menos una vez al mes, para comprobar su estado y detectar cualquier problema a tiempo. Durante estas revisiones, busca dos problemas principales: la deshidratación y la pudrición. Un control mensual te permitirá tomar medidas correctivas antes de que un pequeño problema se convierta en una catástrofe que afecte a toda tu colección.
Si al inspeccionar los tubérculos notas que se están arrugando y encogiendo, es una señal de que el ambiente de almacenamiento es demasiado seco y están perdiendo demasiada humedad. Para remediarlo, puedes rociar ligeramente el material de embalaje (como la turba o la vermiculita) con un poco de agua para aumentar la humedad ambiental. Hazlo con moderación para no pasarte al extremo opuesto. Si los tubérculos están envueltos en papel, un ligero rocío sobre el papel puede ser suficiente.
Por otro lado, si encuentras tubérculos que están blandos, blandos al tacto o cubiertos de moho, esto indica que el ambiente es demasiado húmedo y está comenzando la pudrición. Retira inmediatamente cualquier tubérculo que muestre signos de podredumbre para evitar que se propague a los demás. Si solo una pequeña parte de un tubérculo está afectada, puedes intentar cortar la sección dañada con un cuchillo limpio y dejar que la superficie cortada se seque antes de volver a guardarlo. Si el ambiente general parece demasiado húmedo, puedes abrir las cajas para mejorar la ventilación o añadir más material de embalaje seco para absorber el exceso de humedad.
Estas inspecciones también son un buen momento para buscar signos de brotación prematura. Si los tubérculos comienzan a desarrollar brotes largos y pálidos, es una señal de que el lugar de almacenamiento es demasiado cálido. Si esto ocurre, intenta moverlos a un lugar más fresco si es posible. Un poco de brotación al final del invierno es normal y no es motivo de gran preocupación, pero una brotación temprana y vigorosa agotará las reservas de energía del tubérculo antes de la siembra. La vigilancia constante es la clave para sacar los tubérculos del almacenamiento en primavera en las mejores condiciones posibles.